Pintura de Léon Bonvin
Cuando descubrí el nombre de Léon Bonvin me pareció un nombre de ficción.
No lo es. Es el nombre de un pintor olvidado.
Su madre, costurera, muere cuando él tiene
cuatro años. Léon tiene nueve hermanos. La familia vive en la pobreza. Su
hermano mayor, François, también pintor, anima a Léon a dedicarse a la pintura viendo
las aptitudes que el muchacho tiene para ello. Léon trabaja como posadero y
apenas tiene tiempo para pintar. Busca tiempo para hacerlo. Pinta a primera
hora de la mañana o al caer la noche.
En febrero de 1886 Léon Bonvin visita a un marchante de arte en
París. Lleva una gran carpeta con muchas de sus obras. Necesita dinero para
mantener a su esposa y ayudar a sus hermanos. Nada más ver sus dibujos y
acuarelas, el marchante las rechaza diciendo que son “demasiado oscuras”. Apenas las mira. Un gesto de aversión se
dibuja en su rostro. Al día siguiente, desesperado, con el rechazo a
flor de piel, Léon Bonvin se pierde en el bosque de Meudon. Elige un gran árbol
y trepa por su tronco. Tiene treinta y un años, es ágil y no le cuesta
demasiado hacerlo. Una vez arriba, escudriña sus ramas en busca de una que
parezca consistente. Poco después, utilizando una cuerda, se ahorca.
Es posible que ese árbol continúe allí, plantado en el bosque de
Meudon. Tal vez sea un roble centenario. Quizá, de vez en cuando, algún senderista
pase junto a él ignorando que de una de sus ramas se colgó un pintor llamado
Léon Bonvin.
Una ardilla podría corretear por esa rama ahora mismo.
Alguna lechuza posarse de madrugada en ella.
Un mosquito, exhausto, defecar allí.
Obras de Léon Bonvin