miércoles, 18 de febrero de 2009

La extraña sección angélica

Ignacio Martínez de Pisón, Enrique Vila-Matas, Bernardo Atxaga, Paula, Joxemari Iturralde y Jabier Muguruza.

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"Unas semanas después, soñé que alguien a quien llamaban dottore Pasavento había desaparecido, en lo alto de la torre de Montaigne, cerca de Burdeos, sin dejar rastro, ni una sola huella. El dottore se parecía al escritor vasco Bernardo Atxaga, un buen amigo desde hacía muchos años. Pensé en lo mucho que los escritores aparecían en mi vida, en mis sueños, en mis textos. Aunque la gran mayoria de ellos suelen ser gente engreída y cicatera, hay una extraña sección minoritaria de escritores que tienen ángel y que son mucho más fascinantes que el resto de los mortales, pues son capaces de llevarte con asombrosa facilidad a otra realidad, a un mundo con un lenguaje distinto.
¿Quién dijo que la palabra escritor olía a pipa apagada, dedos manchados de tinta y pantuflas rancias? No, señor. Casi todas las escritoras y escritores de la sección con ángel son adorables seres que fuman y piensan frente a Olympias portátiles muy antiguas, seres atormentados que parecen estar viviendo en un lugar aparte. suelen estar angustiados y ser muy inteligentes y, de no estarlo o de no serlo, se las apañan para parecerlo. Recuerdo muy especialmente a un escritor de esa sección angélica que en una película que se titulaba En un lugar aparte vivía en un hotel con una gran ventana frente a un abismo y un mar en una ciudad sin nombre. Y también recuerdo que siempre desee ser algún día como el protagonista de aquella película y vivir en algún lugar que tuviera el mismo duende que aquel hotel frente al abismo. ¿Quién dijo que todos los grandes escritores decepcionaban si uno los conocía de cerca? No, señor. Los de la extraña sección angélica son encantadores y viven en lugares siempre muy abismales."

(fragmento de Doctor Pasavento, de Enrique Vila-Matas, Anagrama 2005)

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pasavento. Uno de mis libros favoritos, Álex.

Anónimo dijo...

Me pregunto por qué la mujer no tiene apellido