martes, 30 de octubre de 2012

MI GRAN MESITA DE NOCHE (18)


1. Cristina Fallarás: No acaba la noche (Planeta, 2006)
2. Paul Léautaud: Recuerdos Ligeros (Menoscuarto, 2010)
3. Bruno Schulz: El sanatorio de la clepsidra (Maldoror, 2003)
4. Daniel Clowes: Caricatura (La Cúpula, 2009)
5. David Hockney: El gran mensaje (La Fábrica, 2011)
6. Henry Green: Viajando en grupo (Lumen, 2008)
7. Fernando San Basilio: El joven vendedor y el estilo de vida fluido (Impedimenta, 2012)
8. Mark Oliver Everett: Cosas que los nietos deberían saber (Blackie Books, 2009)
9. Manuel Vilas: Amor (Visor, 2010)
10. El exterminador hizo bien su trabajo, juicio contra William Burroughs (La Felguera,2010)


domingo, 21 de octubre de 2012

NUNCA SABRÉ LO QUE ERA


El otro día, mientras caminaba por el Barrio de Gracia, levanté la cabeza y me encontré con una placa en la que podía leerse Plaza de Gato Pérez. Hasta entonces yo no sabía que existía una plaza dedicada al músico Gato Pérez. Me acordé del misterioso bloguero Francis Black y realicé una foto de la placa con mi teléfono. A continuación, tras echar un vistazo a mi alrededor, fotografié una persiana metálica en la que alguien había pintado un gato y el sombrero y las gafas del músico. Después, cuando me disponía a fotografiar la plaza, un perro salió de la nada. Se me quedó mirando y ladró un par de veces. Intenté entonces alejarme de allí, pero el perro se plantó ante mí y continuó ladrando. Lentamente di media vuelta y decidí alejarme de la plaza por otro lado. Entonces el perro se apresuró a cortarme otra vez el paso situándose ante mí y gruñendo mientras mostraba sus dientes. Empecé a ponerme nervioso. Busqué con la mirada al dueño del perro, pero por allí no se veía a nadie. Le dije “tranquilo, bonito, precioso, que yo soy tu amigo”, pero su gruñido se acentuó. Más tarde, tras cinco minutos de completa inmovilidad, cinco minutos de mostrar sus dientes y gruñir intermitentemente, el perro dio media vuelta, ladró otras dos veces y se fue por donde había venido. Creo que algo importante quería decirme. Nunca sabré lo que era.


martes, 9 de octubre de 2012

HOTEL SIN HUESPEDES


Viajé hasta el supuesto hotel gemelo y no encontré nada. Ruinas, eso fue lo que hallé. El lugar en obras. Tierra, polvo, ladrillos. El lugar desnudo. Nada. Viajé hasta allí para nada. Y fotografíe esa nada. Y pregunté a los obreros que allí se encontraban sobre el hotel que hace años había en ese lugar. Y respondieron que no sabían nada. Nada de nada. Que ellos estaban allí trabajando, nada más, que le preguntase al capataz. Y le pregunté, claro que le pregunté. Pero me contestó lo mismo mientras me enseñaba sus dientes amarillos, dijo que no sabía nada. Y añadió además que me fuese por donde había venido. Fue entonces cuando fotografíe esa nada y me alejé de allí sin saber nada, aturdido, mareado al pensar que quizá la locura me había llevado hasta allí. Y poco más, nada más. Los hoteles del mundo son nidos de demencia, me dije a continuación. Prefiero regresar a casa, me dije después. Me voy, apuntillé. Y ahora escribo esto desde el hogar y desde la única habitación en la que me siento seguro, individual, con semblante azulado, persiguiendo estas palabras que otra vez corren sin darme tiempo a pensarlas.