jueves, 29 de septiembre de 2011

LOS PINTORES TAMBIÉN MUEREN (15): Roy Lichtenstein

Cabeza de Barcelona, obra de Roy Lichtenstein


Tras varias semanas de hospitalización, Roy Lichtenstein murió de neumonía en el New York University Medical Center. Tenía 73 años y repartía su tiempo entre su estudio en el Greenwich Village y su casa de Long Island. Lichtenstein fue vulgarmente conocido como “el pintor de los puntitos”, debido a la técnica que utilizaba de la trama de color de viñeta de cómic. En más una ocasión dijo “Estilísticamente, mi trabajo carece de contenido emocional. Eso es lo que quiero.” En 1991, seis años antes de su muerte, viajó a Barcelona para supervisar una escultura de veinte metros de altura que fue instalada en el puerto de la ciudad.
Falleció la tarde del 29 de septiembre de 1997 postrado en una cama de hospital.



Pintura de Lichtenstein




Pintura de Lichtenstein




Roy Lichtenstein

martes, 27 de septiembre de 2011

LOS PINTORES TAMBIÉN MUEREN (14): Edgar Degas

Pintura de Edgar Degas


27 de septiembre
Edgar Degas dejó de pintar a los 78 años, en 1912, debido a la demolición de su residencia parisina de la calle Victor Massé y su posterior traslado al boulevard Clichy. Al final de su vida salieron a la luz sus inclinaciones antisemitas, rompiendo toda relación con sus amigos judíos. Siempre creyó que un pintor no puede tener vida personal. Nunca se casó y falleció en 1917, sumido en una oscuridad feroz a causa de su cada vez mayor ceguera y a una hipersensibilidad hacia la luz que arrastró durante muchísimos años.



Pintura de Edgar Degas 


Autorretrato de Edgar Degas

lunes, 19 de septiembre de 2011

LOS PINTORES TAMBIÉN MUEREN (13): Zinaida Serebriakova

Pintura de Zinaida Serebriakova 


19 de septiembre
La pintora rusa Zinaida Serebriakova murió en París el 19 de septiembre de 1967, a los 82 años. Sus restos permanecen enterrados en el cementerio de Sainte-Geneviéve-des-Bois, un cementerio para inmigrantes rusos en Francia. No muy lejos de su tumba, si prestamos un poco de atención, hallaremos la del cineasta Andréi Tarkovski.






















Pinturas de Zinaida Serebriakova


martes, 13 de septiembre de 2011

OTRA VEZ OTRO

Bela Lugosi haciendo de las suyas



No hace mucho recibí una Alerta de Google avisándome de que mi nombre había sido mencionado en un blog. Poco después comprobé que se trataba de un blog que suelo  visitar, http://hkkmr.blogspot.com/, el blog del escritor Alberto Olmos. Allí se mencionaba mi nombre en un post en el que aparecía un primer listado de otros muchos listados de blogs literarios en referencia a un Mapa condicionado de la blogosfera literaria española que a su vez hacia referencia a un artículo de El Cultural.
Me extrañé al verme en ese primer listado, y sobre todo al verme enlazado a mi blog de frasecollages, el que considero mi blog bueno, mi lado bueno, mi lado fotogénico, el lado que casi nadie visita (pues según veo en las estadísticas de blogger después de mucho tiempo, durante el último mes ha tenido 63 visitas). Me extrañé de todo ello. No conozco a Alberto Olmos personalmente. Tampoco tengo el menor interés en conocer a Alberto Olmos personalmente. Pero me gusta lo que hace Albero Olmos. Me gustan sus libros (cuatro he leído), esa mutabilidad que demuestra en cada nuevo título. También me gusta su doble personalidad, ese lector mal-herido. El primer libro de Alberto Olmos que leí se titulaba Trenes hacia Tokio. Me encantó ese libro, ese personaje perdido en Japón, ese personaje que supongo que puede tener algo que ver, poco o mucho, con Alberto Olmos.
Me gustaría incluso algún día, que uno de mis libros fuese diseccionado por Juan Mal-herido en su blog, que lo pusiese a parir como nunca antes hubiese puesto a otro libro. Sería feliz si eso ocurriese. Recuerdo que al ver el nombre de Álex Nortub en ese primer listado construido por Alberto Olmos, lo creí real por un momento; sentí un mordisco en la boca del estómago y cierto vértigo que no remitió hasta que respiré hondo y recordé mi verdadero nombre. Alejandro Noriega Tubilla es el nombre que puede leerse en mi documento nacional de identidad. De ese nombre soso donde los haya nació el seudónimo que utilizo desde hace una década: Álex Nortub. Fue cosa fácil, escogí las tres primeras letras de cada uno de mis apellidos y así nació ese nuevo y absurdo apellido. Reconozco que no es un gran alejamiento, que guarda cierta similitud con mi nombre real, que tan sólo es un saltito, un ir a dos palmos de distancia de mi verdadera identidad. Pero para mí ya es mucho, es más que suficiente, es convertirse otro, y huir. Alejandro Noriega Tubilla siempre me pareció un nombre que no iba a ninguna parte, un nombre sin la menor personalidad. Desde niño me han confundido con otros. Recuerdo que los profesores me llamaban por el nombre de otros alumnos y yo asentía siempre sin desenmarañar el entuerto. Debido a esa aversión que siempre he sentido hacia mi nombre real nació ese otro nombre, ese otro yo, ese Mr. Hyde que desde entonces me persigue un día sí y otro también. He intentado acabar con él en más de una ocasión. He tratado de asesinarle, en París, pero siempre sale airoso. Al final he tenido que adoptarle, hacerle un hueco en mi cabeza, abrirle una habitación con vistas en mitad de mi cerebro, con todos los riesgos que eso conlleva. Ahora cada vez paso más tiempo creyéndome Álex Nortub. Ese que primero fue un rival se ha convertido ahora en un compañero fiel.  Bela Lugosi terminó sus días creyéndose Drácula. Johnny Weismuller terminó sus días creyéndose Tarzán. Imagino a Alberto Olmos terminando sus días creyéndose Juan Mal-herido. A mi no me importaría terminar mis días creyéndome Álex Nortub. Eso sería mucho mejor que terminar mis días creyéndome Alejandro Noriega Tubilla, ese hombre soso, con nombre soso y existencia sosa donde las haya. Prefiero no hablar más sobre Alejandro Noriega Tubilla. Hagamos un trato: olvidemos que le he mencionado. Olvidemos, digamos que soy otra vez otro.


Johnny Weissmuller haciendo de las suyas


domingo, 11 de septiembre de 2011

UN LIBRO QUE NO SE ACABA NUNCA

Aquí vemos a Joan Miró en plena sobremesa


Le escribí un e-mail a mi librero habitual preguntándole por lo nuevo de Enrique Vila-Matas: Una vida absolutamente maravillosa. Me respondió que sí, que ya lo tenía en el escaparate. Fui hasta allí ese mismo día y me compré el libro. De vuelta a casa, con el libro quemándome en las manos, me encontré con un buen amigo al que hacía tiempo que no veía. Apenas le saludé, apenas le miré a la cara. Le dije que tenía prisa, que llegaba tarde, tardísimo, que ya nos veríamos otro día. Me sentí como el conejo de Alicia en el país de las maravillas. Ahora soy consciente de que quedé como un antipático, pero necesitaba llegar a casa y empezar lo nuevo de Vila-Matas. De hecho, lo abrí incluso por la calle, pero tuve que dejar de hacerlo al tropezarme con diferentes peatones y con sus miradas de desaprobación ante mi manera de caminar por las aceras. Una vez en casa, puse un disco de Thelonious Monk y me senté en el sofá con el libro entre las manos. Lo abrí con lentitud, despacio, muy despacio, temiendo que las palabras pudiesen caerse de las páginas si efectuaba algún movimiento demasiado brusco. Así fue como empecé a leer Una vida absolutamente maravillosa, título que hace referencia a un artículo sobre Marcel Duchamp que Enrique Vila-Matas publicó en El País el 18 de abril del año 2009.
Y con lo que a mi me gustan los libros en los que se habla de pintores, al poco tiempo de empezar a leerlo me encontré con Joan Miró, en un artículo donde Vila-Matas recuerda no haberle visto pintar pero sí haberle visto comer, y poco depués con el Bosco o con Nuño Gonçalvez en un museo lisboeta. Pero también hallamos en esta obra nuevos fragmentos de su Dietario voluble, aderezados con mudanzas y rinocerontes. Y además aparece al completo su indispensable libro Para acabar con los números redondos.
Así que podríamos hablar de un inventario de artículos y ensayos aparecidos durante las últimas décadas en muy diferentes lugares, pero es en realidad una recopilación de textos de géneros entreverados y siempre sorprendentes e inclasificables. Se trata, en suma, para esos lectores fieles a Vila-Matas, o para esos que nunca le han leído, de un libro infinitamente maravilloso, ya que podríamos hablar de un libro que uno puede tener a mano en todo momento, y abrirlo al azar, y sorprenderse siempre con fragmentos extraordinarios. En fin, un libro que no se acaba nunca.


sábado, 10 de septiembre de 2011

LOS PINTORES TAMBIÉN MUEREN (12 / Incluso en agosto)

Pintura de Velázquez


Estimados huéspedes:
debido a cierta ausencia estival que me ha impedido informarles sobre la muerte de pintores durante el mes de agosto, me veo en la obligación de dejarles la siguiente lista:

Un 6 de agosto de 1660 muere Diego Velázquez en Madrid, a las 3 de la tarde. Ocho días después fallece su esposa Juana.

Un 9 de agosto de 1943 muere Chaim Soutine, en una mesa de operaciones, al ser intervenido tras un ataque de úlcera.

Un 10 de agosto de 1923 fallece Joaquín Sorolla en su casa de Cercedilla (Madrid), donde nueve años después se establecería el Museo Sorolla.

Un 11 de agosto de 1956 muere Jackson Pollock en un brutal accidente de coche.

Un 12 de agosto de 1988 muere Basquiat, a los 27 años, de sobredosis de heroína. Así que podría decirse que pertenece al “Club de los 27”, junto a Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin, Nino Bravo, Kurt Cobain, o más recientemente Amy Winehouse.

Un 13 de agosto de 1863 fallece Eugéne Delacroix en París, acompañado por su fiel ayudante Jenny Le Guillou.

Un 15 de agosto de 1967 muere René Magritte, poco después de inaugurarse una gran exposición de su obra en el Museo Boymans Van Beuningen de Rótterdam.

Un 27 de agosto de 1664 fallece Francisco de Zurbarán en Madrid.

Un 31 de agosto de 1963 muere George Braque en París a la nada despreciable edad de 81 años.

Pintura de Soutine


Pintura de Sorolla



Pintura de Pollock



Pintura de Basquiat



Pintura de Delacroix



Pintura de Magritte



Pintura de Zurbarán



Pintura de Braque