miércoles, 30 de septiembre de 2015

MANUAL DE RULETA RUSA (Una entrevista a Pablo Gallo)


Recientemente he entrevistado por e-mail al dibujante y pintor Pablo Gallo con motivo de la presentación en Barcelona de su libro Manual de ruleta rusa (Aristas Martínez, 2015), que tendrá lugar en la librería Laie del CCCB este viernes 2 de octubre a las 19 h, en compañía de Laura Fernández y de Colectivo Juan de Madre. Cita a la que no faltaría aunque me rompiesen las piernas.

¿Cómo empieza uno a hacer un Manual de ruleta rusa?
Todo empezó cuando me pregunté por el origen del término, y eso sucedió mientras veía en Youtube un vídeo de un concierto de Pascal Comelade en el que tocaba un tema titulado Russian roulette. Si aquel día me hubiese preguntado por el origen del término Montaña rusa o del término Ensaladilla rusa, habría salido un libro muy diferente. Y no descarto hacer una trilogía rusa utilizando también esos términos, y desarrollar así un Manual de montaña rusa y un Manual de ensaladilla rusa. Sería una trilogía maldita, claro. 

En tus diferentes proyectos -exposiciones de pintura, libros ilustrados, performance- siempre está presente la literatura. Y en la contraportada y en el prólogo de Grace Morales se menciona tu debut como escritor.  
Bueno, yo no me considero escritor, pero escribo y es algo que necesito hacer desde que era adolescente. Aunque lo que había escrito hasta el momento tenía que más ver con lo cotidiano unido al dibujo y la pintura, textos breves que colgaba en mi blog, una especie de diario. Cuando empecé con este libro, le propuse a Esther García Llovet –con quien tengo amistad y a quien admiro como escritora- que se ocupase de los textos. En un principio le gustó la idea y dijo que sí. Pero después de pasar algún tiempo hablando sobre ello, terminó diciéndome que le parecía que yo lo tenía todo muy claro y que debía lanzarme a escribirlo, y eso fue determinante.




¿Qué tienen para ti en común el dibujo y la escritura?
Construyendo este libro me di cuenta de que escribo de la misma manera que dibujo o pinto: Una idea me obsesiona y la persigo hasta que esa obsesión se diluye en lo que hago. Pintando siempre trabajo en serie. Este libro podría ser también el catálogo de una exposición. Para mí dibujar o escribir son en gran parte como juegos de azar, en los que siempre tengo la sensación de que hay algo que se me escapa, ciertas cosas que no puedo controlar. Y, dibujando o escribiendo durante largo tiempo, me fascina el estado de trance en el que puedo llegar a caer. A veces me sorprendo creyendo incluso haber desaparecido durante un par de horas. Pero, por otro lado, escribiendo siento cierta inseguridad y dibujando no, dibujando es todo lo contrario, hasta me atrevo a hacerlo a ciegas.

Además de la literatura, también están muy presentes en el libro la música y el cine.
Claro, puede uno encontrar muy diferentes referencias a la ruleta rusa en la música o en el cine, y de eso trata uno de los capítulos, hago una selección de esas referencias y al mismo tiempo hago una especie de homenaje a personajes un tanto olvidados. A veces tengo la sensación de que el libro fue construyéndose solo, porque lo veo como una especie de laberinto de referencias y citas que me resulta imposible visualizar en su conjunto.




Y tratándose de la ruleta rusa, también el suicidio tiene un gran peso. ¿Te obsesiona la muerte?
Me temo que a todos, a partir de cierta edad y en mayor o menor medida, nos obsesiona la muerte. La muerte siempre está ahí, esperándonos a la vuelta de la esquina. Y la muerte es uno de los grandes temas de la Historia del Arte y de la literatura. Pero me atrevería a decir que la muerte me obsesiona para bien. Pensar en la muerte me da ganas de hacer cosas. Me parece saludable tratar el tema de la muerte y, desde ahí, celebrar la vida. El pintor Francis Bacon dijo una vez en una entrevista: Si la vida te estimula, debe estimularte, como una sombra, su opuesto, la muerte.

Mezclas además el ensayo, la biografía o la ficción con ilustraciones de diferentes estilos… ¿Cómo diste con el tono?
Creo que fue el tono quien dio conmigo. Como he comentado, empecé por el origen del término ruleta rusa y, tirando del hilo, fueron apareciendo anécdotas inesperadas que empezaron a tejer una gran tela de araña, en forma de collage y con una especie de trama subterránea, como le gustaba a David Markson, escritor que de alguna manera me influyó a la hora de pensar en cómo construir el libro, aunque al final tampoco creo que tenga tanto que ver. Y además siempre tengo presentes a dos escritores que también dibujaban, se trata de William Blake y de Bruno Schulz. Y siempre digo que me siento muy bien en ese lugar fronterizo, entre el trazo y la palabra. Es como encontrar un lugar en el que nadie te molesta y en el que haces un poco lo que te da la gana, como ese bar especial que conoce poca gente y en el que puedes beber tranquilo mientras hablas con el camarero.


domingo, 13 de septiembre de 2015

SUCEDIÓ ESTE VERANO

Pintura de Ana Barriga


Sucedió este verano. Eran las cinco de la madrugada cuando Sira me despertó de un codazo mientras susurraba con insistencia Hay alguien en la habitación. Abrí los ojos y pude ver en la penumbra la silueta de una persona que se dirigía hacia la puerta. Un instante después, escuchamos como se abría y como se cerraba y como los pasos de aquella persona se perdían por el pasillo del hotel. Ni siquiera nos levantamos. Le dije a Sira que se trataría de alguien que se había equivocado de habitación y, simulando despreocupación, di media vuelta e intenté seguir durmiendo. Me costó cerca de una hora conciliar de nuevo el sueño, notaba el cuerpo de Sira pegado al mío y su agitado pecho al respirar, y la verdad es que aquella silueta no se me iba de la cabeza. Por la mañana le comentamos lo sucedido al recepcionista. Se encogió de hombros y nos dijo lo mismo que yo le había dicho a Sira, que alguien que se habría equivocado de habitación. Después añadió, con indiferencia, que había llaves que podían abrir diferentes cerraduras, que el hotel era muy antiguo, y que había cosas que seguían igual que hace mil años. Mientras nos hablaba, imaginé a ese hombre de rostro enjuto plantado ante nuestra cama en plena noche, mirándonos con sus ojos muy abiertos, abiertos como enormes puertas circulares que llevasen a enormes habitaciones circulares situadas en su cerebro. También imaginé a gente pagando elevadas sumas de dinero por ver a otra gente dormir, personas que sufrieran de insomnio y que necesitasen observar a otras personas durmiendo, soñando, plácidamente, sin temer ni por un momento que los ojos de los demás les pudiesen estar observando en lo más profundo de la noche.

jueves, 23 de julio de 2015

MI GRAN MESITA DE NOCHE / 18 (o cómo atravesar un verano ardiente sin ser visto)


Antonio Saura: Por sí mismo (Lunwerg)

Miguel Serrano Larraz: Autopsia (Candaya)

Alan Moore: Ángeles fósiles (La Felguera)

Aixa de la Cruz: Modelos animales (Salto de página)

Edouard Leve: Suicidio (451 editores)

Jorge Carrión: Los turistas (Galaxia Gutenberg)

Pablo Gallo: Manual de ruleta rusa (Aristas Martínez)

Enrique Vila-Matas: Kassel no invita a la lógica (Seix Barral)

Lara Moreno: Por si se va la luz (Lumen)

martes, 28 de abril de 2015

PINTURA DE HOY (1): BLANCA GRACIA

GUERRILLERAS




BATALLA




LOS IMPOSTORES



EXPEDICIONARIO




AVIONETA




MENSAJERO




FRENTE DEL CUBISMO ARMADO




EXTINCIÓN HUMANA VOLUNTARIA




FORAJIDOS




BLANCA GRACIA (Madrid, 1989)



martes, 17 de marzo de 2015

ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE LOS HUESOS DE CERVANTES


Me pregunto si los arqueólogos que examinan los supuestos huesos de Miguel de Cervantes casi 400 años después de su muerte, han leído el Quijote. Y si lo han hecho, me pregunto si lo hicieron en más de una ocasión o solamente como una tarea escolar. También me pregunto si alguno de ellos tendrá un pasaje del libro que sea su preferido, un pasaje que le asalte mientras estudia, con un detenimiento enfermizo, fémures, omóplatos o vertebras.
Me lo pregunto, me lo pregunto sin poder responderme.

lunes, 2 de marzo de 2015

PASAJE DEL TERROR


Me doy miedo. Lo sé, es una frase triste. Darse miedo a uno mismo no puede ser bueno. Me doy miedo y no puedo esconderme. Lo intento. A veces intento esconderme en un bar o en algún descampado a las afueras, dentro de mi coche. Pero no se puede huir del miedo que te produces a ti mismo. Hay que enfrentarse a él. Eso es lo que dicen. Pero dicen tantas tonterías. Debo enfrentarme al miedo que me produzco, al miedo que se reproduce. Debo enfrentarme al miedo que me tengo cuando escribo. Escribo y no sé si lo hago por miedo o para huir del miedo. Me doy miedo escribiendo. Eso lo sé. Me doy miedo escribiendo pero no puedo dejar de hacerlo. Me da miedo pensar en dejar de escribir. Y me das miedo tú, que lees lo que escribo sobre el miedo. Pero también me da miedo que mis palabras te den miedo. Me da miedo que lo que escribo te aterre. Me da miedo que quieras dejar de leerme. Me da miedo tu miedo, aunque no me da tanto miedo como para dejar de escribir sobre ello. Lo puedo sobrellevar, me digo. Me miento y me digo que sólo son palabras, un montón de signos inofensivos. Pero he de reconocer que también las palabras me dan miedo. Así, todas juntas. Las palabras como una multitud que camina sin rumbo. Palabras que al caminar construyen frases que no dejan de perseguirme. Se me aparecen en sueños. Se esconden bajo la almohada. Me dan miedo, todas esas frases que se me ocurren en la cama, a oscuras. Me da miedo encender la luz y escribirlas. Me da miedo verlas sobre una superficie blanca. Me da miedo reconocerme en ellas. Me da miedo reconocerte en ellas. Me da miedo que puedas llegar a leerlas. Continúo a oscuras, intentando zafarme de todas esas frases que no me dejan dormir. Me da miedo dormirme en mitad de una frase. Me dan miedo los puntos y las comas. Me dan miedo las frases inacabadas. Me dan miedo las frases aplazadas, que se retuercen dentro de mi cabeza. Las frases truncadas. Las frases cercenadas, seccionadas, como rebanadas de pan duro a las que ya nunca podrás hincar el diente. Me da miedo dañar tu dentadura lectora. Creerme tan importante como para hacerte daño, también eso me da miedo.


miércoles, 25 de febrero de 2015

domingo, 22 de febrero de 2015

EL ABRAZO

Ángel caído mirando una nube, Odilon Redon, 1875

Nada más verme, como si no hubiesen pasado veinte años y nuestra relación de entonces no fuese tan enrevesada como una coliflor, aquel antiguo compañero de colegio se abalanzó sobre mí rodeándome con sus brazos.
Sabía que todos nos miraban, lo sabía  muy bien, todos tenían mil ojos en ese restaurante en el que nos habíamos juntado para celebrar la reunión de antiguos alumnos del Colegio Francés de Ordino.
Aquel no fue un simple abrazo. Mientras me apretaba con fuerza contra su pecho, comenzó a mecerme, de izquierda a derecha, como si fuese un niño. Sentí una vergüenza atroz. Pensé entonces que también puede abrazarse con saña. Lo pensé hasta que temí ser engullido por sus extremidades y, ejerciendo cierta presión con mi abdomen, logré por fin zafarme de su cuerpo.
El abrazo duró cosa de un minuto. Un minuto puede parecer poco tiempo, pero hay minutos interminables, que pueden hacerse eternos, que no parecen acabarse nunca y que cuando por fin se acaban uno siente tal consuelo que deja que sus hombros se desplomen y un suspiro abandone su ser acompañado de un alivio infinito.
Después nos sentamos a comer, y el menú no fue nada del otro mundo.


David y Goliath, Odilon Redon

lunes, 12 de enero de 2015

EN LA FICCIÓN


"En la ficción, casi siempre que acabo un libro que me ha gustado es por las palabras que se han empleado, no por lo que me haya enseñado. En última instancia, no creo que la ficción te pueda enseñar demasiado. El lenguaje sí puede producir un efecto inmensamente beneficioso sobre uno, del mismo modo que la música. La música es capaz de cambiar cómo eres, cómo te mueves por el mundo, y de hacerle un bien enorme a una persona. Para mí, al lenguaje le pasa lo mismo en un plano que no necesariamente es intelectual; tiene que ver con la música y con el ritmo de las palabras que operan en algún otro plano.
Eso es lo que me atrapa."
Nick Cave 
(Nick Cave, confesiones de un santo pecador. Mat Snow. Global Rhythm editorial)