viernes, 18 de julio de 2014

HORROR VACUI

Grabado de Jean Duvet, La caída de Babilonia, de la serie Apocalipsis

A veces, por la noche, cuando todos parecen dormir y en la calle reina un silencio sepulcral, abro un libro del grabador Jean Duvet y paso un buen rato observando sus obras. No sabría muy bien decir por qué, pero siempre lo hago por la noche. Creo que nunca he observado sus grabados durante el día, y menos aún con la luz del sol. Bueno, recuerdo haber comprado ese libro hace muchos años en la librería del museo del Louvre, y recuerdo haber observado esos grabados con la luz artificial de los focos y lámparas que iluminaban la librería del museo, pero a partir de aquel momento nunca he vuelto a observar los grabados de Jean Duvet en otro momento que no sea de madrugada, rodeado de ese silencio y ese sosiego que no logro encontrar en cualquier otro momento del día. Poco sé de Jean Duvet. Sé que nació en 1485. Sé que está considerado como el primer gran grabador francés. Sé que sus obras transmiten un intenso y oscuro sentimiento religioso. Sé que en sus grabados se refleja su horror vacui, su incapacidad para dejar espacio sin llenar, un mínimo espacio en blanco para coger aire. Siempre son escenas llenas de gente. Escenas repletas de mil y un detalles que atrapan fácilmente la mirada del espectador. Escenas que equilibran mis noches, las noches en las que no puedo dormir y el silencio y el sosiego me rodean, me acorralan, me asaltan. 

domingo, 6 de julio de 2014

ENCUENTRO CONMIGO MISMO


El otro día vi a Álex Nortub por la calle. Le vi de lejos. Caminaba solo. Decidí seguirle. Hubo un momento en que se paró a ver un escaparte. También yo me paré y le observé durante un buen rato a cierta distancia. Desde donde me encontraba no podía ver a que tienda pertenecía el escaparate ante el que, ensimismado, permanecía Álex Nortub. Por su expresión de ceño fruncido y mirada entornada, pensé que sería una librería. Después echó a andar, y al poco tiempo me encontré a la altura del escaparate y pude comprobar que la tienda en cuestión era una charcutería. Carnes y fiambres era lo que había estado mirando Álex Nortub durante diez minutos. Seguí de nuevo sus pasos, que me llevaron hasta el portal de un edificio en ruinas. Allí entró Álex Nortub y le perdí de vista. Tras esperar un rato, decidí acercarme y empujar la puerta. Se abrió y me encontré con un solar inmenso. Me asomé. No había ni el menor rastro de Álex Nortub. Regresé a casa  decidido a cenar una ensalada con mucho aguacate.