miércoles, 10 de septiembre de 2014

LA SANGRE PRÓXIMA AL RÍO

Avaricia, 1924

De pronto se cruza uno con dos hombres que discuten en plena calle. Dos personas que se increpan, maldicen, se insultan incluso. Y uno no puede evitar ponerse en guardia, agudizar el oído, intentar comprender algo de toda esa bulla mientras espera a que el semáforo se ponga en verde. No puede uno evitar escuchar algo sobre la comunidad de vecinos en la que viven. No puede uno evitar escuchar algo sobre el incívico comportamiento que uno le achaca al otro. 
Cuando el semáforo cambia de color, echo a andar y miro atrás y veo ya unos feos aspavientos, la cólera en los cuatro ojos, la sangre próxima al río.

lunes, 8 de septiembre de 2014

INCENDIO DE BOLSILLO

Yves Klein quemando un lienzo, 1961.

En los últimos días pienso mucho en mi bolsillo. No pienso en mi bolsillo de la manera en que suele pensarse en el bolsillo. No pienso en mi bolsillo en términos monetarios. Pienso en el incendio que podría desencadenarse allí, en mi bolsillo. Imagino una cadena de pequeñas llamaradas que me harían saltar sin ton ni son. Y todo porque hace unos días, de casualidad, leí algo realmente inquietante en el manual de instrucciones de mi teléfono móvil:
“No guarde el dispositivo con objetos metálicos, tales como monedas, llaves y collares. Si los terminales de la batería entran en contacto con objetos metálicos, puede producirse un incendio.”

Nada más leerlo pensé en los años que llevo guardando el teléfono móvil en el bolsillo de mi pantalón, con una despreocupación absoluta, junto a monedas y llaves, objetos metálicos que podrían hacerme sufrir una combustión espontánea. Y, claro, a estas alturas no voy a dejar de guardarlo ahí, en mi bolsillo, tan sólo porque en un librito me digan que podría producirse un incendio. No, sigo con el teléfono ahí metido, en mi bolsillo, junto a monedas y llaves, jugándome la vida cada día, como todas y cada una de las personas que respiran ese oxígeno, invisible, que entra y sale de nuestros pulmones a su antojo un día sí y otro también.


viernes, 5 de septiembre de 2014

PUSILÁNIME

Judex, 1963

Hay palabras mágicas, palabras que funcionan como un imán, palabras que me atraen y que podría imprimir y enmarcar y colgarlas después en las paredes de mi dormitorio. Pusilánime es una de ellas. Pusilánime sería un buen título para una novela, o para un poemario, o para una película, o simplemente como nombre para un bar. Me voy al Pusilánime a tomar unas cervezas, he quedado en el Pusilánime a las ocho, en el Pusilánime ponen las mejores tapas de tortilla de toda Barcelona. Con ese nombre funcionaría seguro. Según la RAE el significado de Pusilánime es el siguiente:
 pusilánime.
(Del lat. pusillanĭmis).
1. adj. Falto de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes.U. t. c. s.


jueves, 4 de septiembre de 2014

LA MUERTE DE LOS BLOGS

El crepúsculo de los dioses, 1950.


De pronto me siento con fuerzas, más fuerzas que nunca para continuar con este blog. Cuando escucho decir una y otra vez que los blogs han muerto veo como algo urgente resucitar este blog. Es cuando hay que estar ahí, dándolo todo, cuando las piernas flaquean y el aliento desfallece jadeante. Tengo que hacerlo, tengo que revivirlo, aunque termine por convertirse en un muerto viviente, en un blog zombie, me digo que tengo que hacerlo, darle un empujón, aunque sea un empujón hacia un abismo. 
Allá voy. 
Y A ver lo que dura.


miércoles, 3 de septiembre de 2014

LOS LÍMITES DE LA REALIDAD

Carole Lombard, Supernatural, 1933


Lo confieso, en ocasiones hablo solo. Supongo que todos hablamos solos, aunque sea mentalmente. A veces se trata de una misma y obsesiva conversación, sobre algún conflicto en el trabajo, o con la pareja o sobre fútbol o sobre política internacional o sobre lo que uno debería hacer al día siguiente. Pero me pregunto dónde se encuentra el límite para que esos soliloquios no sean consideramos simple y vulgar locura. 
Aunque algo sí que tengo claro: mientras tema volverme loco no estaré loco.


martes, 2 de septiembre de 2014

SIEMPRE ME ARREPIENTO DE LAS LARGAS SIESTAS


Pongo la alarma del teléfono móvil calculando que tardaré en dormirme entre 5 o 10 minutos y teniendo en cuenta que después dormiré una siesta de una media hora. Dormir más de media hora de siesta me sienta fatal. En total son unos 45 minutos de mi tiempo los que dedico al reposo tras la comida. Si me paso de ese tiempo, y sobre todo si duermo más de una hora, me despierto siempre aletargado, el cuerpo aterido, la boca seca, los ojos irritados, cierta jaqueca. A veces escucho la alarma y la desactivo todavía tumbado en el sofá y me digo que voy a levantarme pero no lo hago y cierro un momento los ojos y cuando los vuelvo a abrir me doy cuenta de que llevo una hora y media o dos horas profundamente dormido y el malestar físico es terrible. Y siempre me arrepiento. Y me excuso, diciéndome que mi cuerpo lo necesita, dormir ese tiempo extra. Pero sé que no es verdad. Me miento. Me miento y me arrepiento. Porque, además, sé que ese exceso de sueño será sin duda como lanzar una cerilla a un pajar, cuando, al caer la noche, se presente una vez más en la oscuridad el maldito Sr. Insomnio con su soniquete infernal.