jueves, 31 de diciembre de 2009

ADIÓS A IVÁN ZULUETA

Iván Zulueta durante el rodaje de Arrebato
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Muere Iván Zulueta
El director de la película 'Arrebato' fallece a los 66 años
ELPAIS.com - Madrid - 30/12/2009

Vota Resultado 140 votos El director de cine Iván Zulueta ha fallecido a los 66 años en su San Sebastián natal. Cartelista, decorador y diseñador gráfico además de cineasta, Zulueta se abrió paso como director de cine experimental, adelantado a su tiempo, en los difíciles años finales de la dictadura. Su obra más conocida es la minoritaria película de culto Arrebato, que le encumbró como director maldito.

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Zulueta dijo en una ocasión que rodó aquella película en La Mata, finca de Jaime Chavarri, en 1979, pensando que sería lo último que haría y, en lo tocante al cine, así fue. Después de someterse a la vampirizacion que le supuso filmar Arrebato, paralela a la que sufre el protagonista de la película, y de tocar fondo en su adicción a la heroína, se retiró a su San Sebastián natal y se sometió a un tratamiento de desintoxicación.

Su labor como cartelista no se vio interrumpida. Ilustró películas de Almodóvar, José Luís Garci o Manuel Gutierrez Aragón, entre otros muchos, y sus carteles se mostraron en numerosas exposiciones pero no volvió a filmar nada. En una de sus últimas apariciones públicas para recoger el Premio a la Película de oro en el Festival de cine de Málaga en 2008, Zulueta dijo que tenía un grave problema para trabajar. "No arranco, lo último que hice fueron una decena de carteles de cine y de eso hace ya casi diez años. Quisiera no perderme en esos entresijos de la metadona. Los últimos carteles que he hecho no me han gustado mucho y eso para mí es muy doloroso". En aquella ocasión, el director dijo no haber tirado la toalla y tener ganas de volver al cine.

Zulueta se formó en la Escuela Oficial de Cinematografía, como Pilar Miró, Álvaro del Amo, Juan o Jaime Chávarri y allí conoció al guionista José Luis Borau, que se convirtió en su mentor y amigo. Arrebato fue su segunda película. En 1968 había rodado Un, dos, tres, escondite inglés, contra los escollos del control franquista. La película se estrenó en Cannes en 1969 y no se proyectó en salas españolas hasta 1970. Durante los años setenta, y siempre con un tono experimental realizó cortos como KingKong (1971), Frank Stein (1972), Masaje (1972) o Roma-Brescia-Cannes. En estos años también dirigió el programa televisivo Último grito, presentado por José María Íñigo

En su faceta como artista visual, igual que en la cinematográfica, Zulueta apostó por la experimentación. Deja una colección de más de 10.000 polaroids en las que volcó su inventiva a partir de los ochenta sometiéndo el papel hasta a 48 sobreimpresiones, pintando o rayando la imagen con una cuchilla de afeitar.

Su trayectoria estuvo ensombrecida por la constante lucha contra su adicción a la heroína y dejó como legado una película de culto que le granjeó para siempre el sambenito de "director maldito". En una de las últimas exposiciones de su obra gráfica aún se preguntaba "¿Pero como es posible que con 60 años tenga que dar cuentas de cómo es mi vida?"

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Y SÉ QUE TENGO QUE IRME

Pintura de Mark Tansey
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Tengo que irme. Ha sucedido algo. Es algo que hace que tenga que irme. No es algo bueno, tampoco malo, tan sólo es algo que hace que tenga que irme. Así que acabo de hacer la maleta. No es una maleta grande, tampoco me atrevería a decir que sea una maleta pequeña, creo que tiene el tamaño justo para no tener que facturarla. Pero no estoy seguro. Me digo que pronto la agarraré y saldré por la puerta. Una vez en la calle, cogeré el taxi al que acabo de llamar. Me llevará al aeropuerto. Así lo haré porque tengo que irme, no porque quiera hacerlo. A veces las cosas son como son, otras no, otras veces las cosas no son como son ni como deberían ser. Pero esta vez sí, esta vez tengo que irme. Es así. Nada puedo hacer ya por evitar marcharme. La maleta en la puerta, el taxi en la calle, el avión en el aeropuerto, todo listo para irme, para abandonar este texto de una vez por todas. Sé, de buena tinta, que este texto es lo único que podría evitar que me fuese. Si siguiese escribiendo, no me marcharía. Si siguiese escribiendo, terminaría por perder el taxi. Si siguiese escribiendo, perdería también el avión. Pero tengo que irme y debo dejarme de tonterías, he de levantarme y apagar este cacharro en el que escribo. ¿Por qué no lo hago? ¿Por qué sigo aquí? Miro la maleta, en la puerta, grita mi nombre, jadea, quiere salir de paseo. Oigo un coche que pita con insistencia, supongo que será el taxista, impaciente, en la calle. La maleta, el taxi, el avión, crujen dentro de mi cráneo. Hacen cras, cras. También hacen crik, crik. Pero yo continuo escribiendo todo esto sin saber hacia donde me llevará. Desde luego no me llevará al aeropuerto, eso seguro. Erre que erre, sentado ante la pantalla, tecleando con una insistencia enfermiza, sin saber por qué. Pienso de nuevo en que tengo que irme, sin dilación. No debo demorarme ni un segundo más. Cuando uno tiene que irse se va. No pierde el tiempo con estúpidas elucubraciones, ni con textos cojos, tullidos, que se arrastran sin gracia alguna. Cuando uno tiene que irse se va, y yo, ahora, tengo que irme.

Así que dejo de escribir.

Durante unos segundos.

Escribo ahora intermitentemente.

Pensando en marcharme.

Pero sigo aquí.

Haciendo una vez más el idiota.

Como si nada.

Y sé que tengo que irme.

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Pintura de Mark Tansey


jueves, 17 de diciembre de 2009

EL PADRE DE EDWARD

Garrett Henry Hopper,
padre del pintor Edward Hopper
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El padre de Edward Hopper siempre alentó a su hijo a dedicarse a la pintura. En algún lugar de Nueva York, Garrett Henry Hopper regentaba una tienda de frutos secos. Durante el tiempo que se ocupó de ella, la tienda no tuvo el éxito que, en otros tiempos, había tenido llevando las riendas sus antepasados. Se retiró a los 49 años, con la ayuda de una herencia que recibió su esposa. El padre de Edward Hopper lucía unas de esas enormes patillas que casi llegan a confundirse con el bigote. Era la moda de la época. Las llevaba con orgullo, le gustaba atusarlas de vez en cuando. La familia, debido al endeble carácter del padre, estuvo siempre dominada por las mujeres, por la madre, la abuela y la hermana del pintor Edward Hopper. Era aquel un hogar bautista estricto, pero el joven Edward se sentía a gusto, sólo pensaba en pintar. Fue un buen estudiante en la escuela primaria, empezó a mostrar un gran talento para el dibujo a la edad de 5 años. Absorbió con facilidad las tendencias intelectuales de su padre y el amor por la cultura francesa y rusa. Garrett Henry Hopper observaba a su hijo dibujar a hurtadillas; le espiaba a través de una finísima rendija en la puerta de su cuarto. Podía pasarse horas allí, mirando a su vástago dibujar mientras, con una lentitud sobrehumana, atusaba una vez más sus enormes patillas. Después, cuando la somnolencia invadía sus párpados, se sentaba en una mecedora y, sumido en la flemática oscilación de su cuerpo, soñaba siempre que su hijo llegaría a ser un gran pintor.
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Edward Hopper, el primero que aparece sentado,
en la clase de dibujo de la New York School of Art, 1903

martes, 15 de diciembre de 2009

lunes, 14 de diciembre de 2009

AQUÍ NO MERECE LA PENA CONTINUAR ESCRIBIENDO

Nikki Starnes,
fotografía de Robert Mappelthorpe
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Aquí nunca hace frío. Las mujeres visten ropajes tan minúsculos como ridículos, dejando al aire sus majestuosas constituciones. En sus cabezas suelen portar estrafalarios sombreros o cardados asombrosos. Aquí el calor es húmedo, de una humedad que confiere tal brillo a las largas piernas de las muchachas que, aquí, ese brillo consigue hipnotizar a las bobaliconas miradas de los hombres. Aquí las miradas de los hombres también son húmedas, sus ojos babean, dan a luz un sinfín de lágrimas que se transforman en arroyos que van a morir a los pies de las mujeres. Aquí no puede uno dormirse en los laureles, las caderas de ellas nos zarandean, se ocupan de mantenernos bien despiertos. Aquí nunca se duerme, tan sólo aquel que es ciego puede lograr echar una cabezadita de vez en cuando, si su olfato se lo permite, pues, aquí, la piel de las mujeres segrega un perfume que anula la voluntad de los hombres. Me desespero escribiendo esto porque ellas, aquí, no dejan de pasar ante mi ventana, y las palabras pierden todo el sentido por el camino, de la cabeza a la mano las palabras se desinflan, y las frases, aquí, en este texto, no se acercan, ni por asomo, a lo que en realidad aquí acontece. Aquí no merece la pena continuar escribiendo.

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Lovely Six Foota
fotografía de Mickalene Thomas
(2007)

domingo, 13 de diciembre de 2009

ALFONS WALDE (2)

Alfons Walde
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Ya escribí por aquí, hace cosa de un año (ENLACE), unas líneas sobre el pintor Alfons Walde. Pero siempre que atisbo la llegada del invierno pienso en él, pienso en este Hopper tirolés, en el Hopper de las nieves, como a mí me gusta llamarle, y me entran ganas de escribir una vez más, aunque tan sólo sean cuatro líneas, sobre sus invernales pinturas. Siempre consiguen hacerme temblar. Un escalofrío recorre mi espalda cada vez que las observo.

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jueves, 10 de diciembre de 2009

ESAS GUARIDAS EN QUE SE CONVIERTEN LAS FOTOGRAFÍAS CAPACES DE GENERAR SUEÑOS QUE MÁS TARDE LE ASALTARÁN A UNO MIENTRAS PASEA POR UN PARQUE

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Esta noche he soñado con un hombre que permanecía sentado en el campo. Sus manos tapaban sus orejas y un parche ocultaba uno de sus ojos. Al despertar, durante unos segundos, he tenido presente esa imagen, pero enseguida se ha esfumado y no he vuelto a recordarla hasta media mañana. La he recordado mientras paseaba por un parque prácticamente desierto. He visto a un hombre sentado en uno de los bancos del parque con sus manos tapando sus orejas pero sin parche alguno ocultando uno de sus ojos y, de pronto, he recordado la imagen del sueño con gran nitidez. Ha sido como una especie de sacudida mental. He llegado a tambalearme cuando he recordado el sueño. Allí, en el sueño, el hombre permanecía sentado en el campo, absorto, mientras a lo lejos se intuía una silueta de mujer que parecía alejarse. Se escuchaba el viento, silbando. La mujer, alejándose, gritaba algo al hombre, pero este, con sus manos tapando sus orejas, parecía no querer escucharla, parecía no querer escuchar el silbido del viento, parecía no querer saber nada de la realidad.

Cuando he recordado el sueño también he recordado que esa imagen de un hombre sentado en el campo, con sus manos tapando sus orejas y un parche ocultando su ojo derecho, era una imagen que había visto antes en alguna parte. De camino a casa no he dejado de pensar en ello. Al llegar he desordenado las estanterías y el armario de la sala, lo he puesto todo patas arriba hasta que he encontrado la imagen que aparecía en mi sueño. Sin apenas darme cuenta, esa imagen me ha llevado a pensar en otra imagen, y también la he buscado, y esa otra imagen me ha llevado a otra, y esa otra a otra, y a otra más, y a otra, y a otra… hasta que me he visto rodeado de libros y revistas en las que aparecían muy diferentes personas con parches en sus rostros, mirándome fijamente con un solo ojo, como si se hubiesen puesto de acuerdo para gastarme una broma.

Entonces ha empezado a picarme el ojo derecho, ha empezado a escocerme de una manera realmente molesta. Lo he frotado un par de veces y el escozor ha aumentado. Después lo he cerrado y, así, de esta manera, la desazón ha disminuido considerablemente. Pero se me ha ocurrido abrirlo de nuevo y el escozor ha vuelto a atacarme. Así que lo he vuelto a cerrar, envidiando los parches de todas esas personas que me miraban desde sus guaridas, esas guaridas en que se convierten las fotografías capaces de generar sueños que más tarde le asaltarán a uno mientras pasea por un parque prácticamente desierto.




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James Joyce

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James Joyce fotografiado por Berenice Abbott
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. Fritz Lang
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John Ford
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John Wayne
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Nicolas Ray
en la película Relampago sobre el agua, de Wim Wenders
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John Goodman
en la película O Brother, de los hermanos Cohen
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Vadim Zakharov

http://vadimzakharov.com/
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Miss Astrid

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Kurt Russel como Snake Plissken

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Nadine Hurley,

personaje de la serie Twin Peaks, de David Lynch

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Daryl Hanna
en la película Kill Bill, de Quentin Tarantino

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David Bowie
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Johnny Kidd & The Pirates
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martes, 8 de diciembre de 2009

CIENTO QUINCE AÑOS SE ESCRIBE RÁPIDO

Elzie Crisler Segar
(1894-1938)
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Elzie Crisler Segar fue el creador de Popeye.

Cuando escribo esto se cumplen 115 años de su nacimiento.

Sí, el Sr. Segar nació un 8 de diciembre, un 8 de diciembre de 1894 en la soleada ciudad de Santa Mónica, California. Resulta que el Sr.Segar, en su adolescencia, trabajó como proyeccionista en un cine, esto hizo que sus primeras historietas se viesen inspiradas por películas cómicas del cine mudo, especialmente las de Charles Chaplin y las de Buster Keaton. Para mí Popeye significo mucho en mi infancia, era mi héroe, el héroe por excelencia. Yo soñaba con ser como Popeye. Así que con el tiempo descubrí que el Sr. Segar había sido su creador y le admiré tanto como a su dibujo. Durante un tiempo dejé de querer ser como Popeye y deseé ser como Elzie Crisler Segar, dedicarme a dibujar, llegar a ser dibujante de cómics. Esto duró unos años pero, tras no conseguir que mis aptitudes dibujísticas progresasen adecuadamente, pronto volví a querer ser como Popeye. Hubo un tiempo (aunque de esto hace ya muchos años) en que me compré incluso una gorra de marinero y una pipa y me tatué un par de anclas en mis antebrazos y me fui, así, ataviado como el famoso marinero, a caminar por el paseo marítimo de Mataró. Tras hacer esto durante un par de meses, la gente empezó a conocerme como El Popeye de Mataró. Sí, poco a poco fui labrándome una reputación. Muchas eran las personas que, cuando me cruzaba con ellas por el paseo, me saludaban con un Hasta luego, Popeye o con un Buenas tardes, Popeye o, incluso, con un Qué tenga un buen día, Don Popeye.

Yo, como no podía ser de otra manera, con mi boca bien torcida, mientras daba unas chupadas a mi pipa, les devolvía el saludo y les regalaba la mejor de mis sonrisas.

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Elzie Crisler Segar
con gorra y pipa





sábado, 5 de diciembre de 2009

EL PORQUÉ DE MIS TOSTADAS

Toast eater (2008)
Jocelyn Hobbie
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Los domingos nos gustaba desayunar tostadas. Las untábamos primero con mantequilla y después les poníamos mermelada de ciruela. Era una mermelada casera, hecha a partir de las ciruelas que habíamos recogido con nuestras propias manos en los alrededores de la masía. Tras diez años de idéntico desayuno dominical, sin probar las tostadas ningún otro día de la semana, un domingo ella dijo que no, que no le apetecía nada tomar tostadas. A mí aquello me sonó extraño pero no le di mayor importancia, continué leyendo en el periódico la última entrega del Dietario voluble de Enrique Vila-Matas y saboreando, esta vez en soledad, aquellas magníficas tostadas con mantequilla y mermelada de ciruela casera. A los pocos días -creo que era miércoles, desde luego no era domingo- la vi enchufando el tostador y, al mismo tiempo, tarareando una canción de Scott Walker. Minutos después, cuando me encontraba yo pensando en que a ella nunca le había gustado Walker, incluso que lo aborrecía, se dio media vuelta y la vi allí, con la tostada en la mano, sus uñas pintadas de rojo, la mirada perdida y la boca entreabierta mientras tarareaba aquella canción de Scott Walker.

Fue entonces cuando comprendí que ya no era ella, que, por mucho que me pesara, tan sólo podía hacer una cosa, buscar de inmediato en Internet el teléfono del mejor exorcista de la ciudad. Pero fue demasiado tarde, cuando quise acercar mi mano al teclado del ordenador, ella se abalanzó sobre mí y me asestó un mordisco en la nariz. Así que ahora, con mi nariz deformada desde entonces, también yo tomo tostadas todos los miércoles mientras tarareo, intentando no desafinar demasiado, algunas viejas canciones de Scott Walker.





viernes, 4 de diciembre de 2009

MADRE MÍA DEL AMOR HERMOSO!!!

Josephine Hopper Besquest,
(Retrato de la madre del artista, Edward Hopper)
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Madre mía del amor hermoso! Acabo de descubrirlo! Sí, lo he descubierto yo solito, sin ayuda de nadie, sin la ayuda de google ni de la wikipedia. Madre mía del amor hermoso! Lo he descubierto así, de pronto, ha sido como una revelación celestial, divina. Sí, creo que ha sido una revelación celestial, seguro, algo a tenido que ver el cielo en todo esto, en el hecho de ser el elegido para descubrir una nueva corriente artística, un movimiento velado, un nuevo ismo que ha permanecido oculto durante siglos, un nuevo ismo que es en realidad el más antiguo de los ismos. Madre mía del amor hermoso! Sí, así es, estoy hablando, señoras y señores, del Maternalismo. Sí, han leído bien, creo, Ma-ter-na-lis-mo. En qué consiste, se preguntarán todos ustedes mientras rascan sus mentones. Pues digamos que muchos han sido los artistas que han captado las miradas, gestos y acciones cotidianas de sus madres. Así es, de eso hablo, de una corriente artística que consiste, simplemente, en retratar a la persona que a uno le trajo al mundo, esto es lo que une a Los Artistas Maternalistas, la desmedida devoción que sienten por sus madres, el haberlas retratado en alguna ocasión y un exagerado complejo de Edipo. Madre mía del amor hermoso! Sí, así es, deberíamos hablar de un arte maternal. Madre mía del amor hermoso! Un movimiento heredado, de siglo en siglo, que ha ido conformándose ocultamente. Sí, algo así como la Masonería, pero en corriente artística, claro, sí. Madre mía del amor hermoso! Desde Alberto Durero hasta Andy Warhol muchos han sido los artistas que se han sumado al carro del Maternalismo. Aunque haya permanecido oculto es, sin duda, un movimiento que debería se tan valorado como el dadaísmo, el surrealismo, el cubismo, el futurismo, el fauvismo o el expresionismo. Miembros de esta extraña secta han sido artistas tan famosos como Rembrandt, Reni, Whistler, Van Gogh, Hopper, Picasso, de Chirico, Dalí, Freud o Hockney.

Madre mía del amor hermoso! Lo que he descubierto. Sí. No cabe duda, nadie puede negarlo.

Pero, al fin y al cabo, como bien dijo Tristan Tzara:

¡Miradme bien!

Soy un idiota, soy un farsante, soy un bromista.

¡Miradme bien!

Soy feo, mi cara es inexpresiva, soy bajito.

¡Soy como todos vosotros!

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Madre del artista
(Durero, 1514)


Madre del artista
(Guido Reni, 1612)


Madre del artista
(Rembrandt, 1630)



Madre del artista
(Christen Kobke, 1829)



Madre del artista
(James Whistler, 1871)




Madre del artista
(Seurat, 1882)




Madre del artista
(Toulouse Lautrec, 1883)



Madre del artista
(Van Gogh, 1888)




Madre del artista
(Picasso, 1896)



Madre del artista
(Franz Marc, 1902)



Madre del artista
(Edward Hopper, 1916)




Madre del artista
(Dalí, 1020)



Madre del artista
(Giorgio de Chirico)



Madre del artista
(Giacometti, 1960)



Madre del artista
(Lucian Freud, 1972)



Madre del artista
(Andy Warhol, 1974)



Madre del artista
(David Hockney, 1989)