jueves, 4 de febrero de 2010

CON UNA VOZ TAN RONCA QUE ME HA PARECIDO LA DE UN FUMADOR EMPEDERNIDO


Ashes and diamonds, película de Andrzej Wadja
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1. Me desperté sediento, con la boca tan seca que por un momento creí que me iba a ahogar. En mi mano derecha, bajo las sabanas, había un objeto desconocido. Lo examiné acariciándolo con mis dedos. Me pareció una pistola. Contrariado, saqué el objeto de debajo de las sabanas. Sí, era una pequeña pistola de empuñadura nacarada. Como yo nunca he tenido pistola y me parecía tan pequeñita, di por hecho que era de juguete. Entonces apreté el gatillo y un estruendo seco retumbó en la habitación. La pistola no era de juguete y me quedó claro que estaba cargada. En el techo observé un agujero grisáceo.

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2. Salí a la calle con la pistola en el bolsillo de mi abrigo, pensando en deshacerme de ella en el primer contenedor que encontrase. Pero en el primer contenedor que encontré había un vagabundo rebuscando dentro. Así que pasé de largo, continué caminando sin rumbo. Al llegar al paseo marítimo pensé en tirarla al mar. Bajé a la playa y caminé enérgico hasta la orilla. Una vez allí, mientras observaba como la espuma de las olas se deshacía en un sinfín de formas que me hicieron pensar en un sinfín de rostros deformes, una gaviota arrojó sus excrementos sobre mi hombro izquierdo. Saqué enseguida la pistola, dispuesto a terminar con esa ave palmípeda y maleducada. Apunté hacia ella mientras revoloteaba sobre mí. Cuando creí tenerla a tiro apreté el gatillo. Nada sucedió. La gaviota continuó con su revoloteo burlón y de la pistola no salió bala alguna. Entonces la arrojé al mar. La vi hundirse y al instante emergió un puñado de burbujas.

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3. Observo la realidad a través del fondo de un vaso en la cafetería más decadente de mi ciudad. Por momentos los hombres son cabezudos y las mujeres enanas regordetas. No he conseguido limpiar mi abrigo. En mi hombro izquierdo luce la medalla que me asignó aquella gaviota. Es lo único que me hace creer que lo de la pistola fue real. Por lo menos la mancha hace juego con la decadencia del establecimiento. En la pared los platos combinados no combinan con el mobiliario. En el televisor el hombre del tiempo miente. En la barra la camarera nunca sonríe. En la calle las gaviotas son libres de hacer lo que les venga en gana. En la silla en la que estoy sentado, se sentó ayer alguien que ha muerto esta mañana. Es lo único que me ha dicho la camarera. Con una voz tan ronca que me ha parecido la de un fumador empedernido.



3 comentarios:

carmen dijo...

Me ha gustado mucho lo que acabo de leer.
Saludicos

39escalones dijo...

Magnífico, Alex, especialmente el último párrafo.
Has escogido una película fantástica.
Saludos.

ÁLEX NORTUB dijo...

Gracias, Carmen y Alfredo, me alegro de que os guste lo que habeis leído.
Abrazos.