El cambio de fecha es la única razón por la que no me gusta comenzar un nuevo año. Tener que escribir ahora 2011 en vez de 2010 se convierte en un suplicio. Me cuesta acostumbrarme. Me equivoco con frecuencia. Ya me ocurría cuando era niño, en el colegio, siempre que debíamos escribir la fecha antes de comenzar una redacción. Enero comenzaba y yo continuaba estampando sobre el papel el año anterior. El profesor acostumbraba a llamarme la atención por ello, Sr. Nortub ¿se puede saber en que año vive? me preguntaba con tono burlesco. Y durante unas cuantas semanas me quedaba anclado en aquel año en el que había estado inmerso durante doce meses. Me costaba tanto abandonarlo… No quería decirle adiós después de todo lo que habíamos pasado juntos. El año, el número, se convertía en un amigo, en un inestimable compañero de fatigas. Sentía el hecho de dejarlo atrás, de cambiarlo por otro, como si estuviese cometiendo una traición feroz. ¿Se puede traicionar a un año? ¿Se puede traicionar a un número? Sí, claro que se puede, lo he hecho muchas veces, demasiadas. Tan sólo recuerdo un par de años que desee dejar atrás sin el menor miramiento. Fueron 1983 y 1996. Dos años fatídicos en lo que mi vida se vio abocaba a un sinfín de desventuras que parecían no terminar nunca. Pero terminaron. Con un nuevo año. Al que siguió otro. Y otro más. Y así una traición tras otra.
Ahora continúa ocurriéndome lo mismo. Es más, hay años en los que me quedé especialmente anclado y, a día de hoy, a veces, todavía resucitan. De vez en cuando, por ejemplo, me sorprendo escribiendo 2005 cuando debería escribir ya 2011. Revivo momentos de años que desaparecieron hace mucho. Es como hacer uso de una tristísima máquina del tiempo. Es mi particular dislexia anual.
También están las primeras noches del mes de enero, en las que tengo siempre un sueño recurrente. En el sueño camino por el centro de Mataró mientras me cruzo con personas desconocidas y todas me preguntan lo mismo: Sr. Nortub ¿se puede saber en que año vive? Yo intento responder, pero, aunque mis labios se mueven sin descanso, de mi boca no sale sonido alguno. Cuando me despierto, lo primero que hago es acudir a un calendario y cerciorarme del año en el que vivo. Después me pongo la canción Time is on my side, de los Rolling Stones, y me lavo los dientes.
5 comentarios:
Despues de leer su blog a escondidas me permito entrar a comentar porque que yo también me pierdo en algun bucle del tiempo y apenas si sé por donde ando. Suele ser solo cuando escribo la fecha, en otros momentos creo que se por donde voy o en todo caso no me importa.
Salut y espero seguir leyendolo
PD: una lástima el cierre de Borra el humo de tu frente.
Pues ya somos dos; yo sigo en 1999... Siempre me pareció un buen año para quedarse. ¿Será influencia del "milenarismo-cojones" de Arrabal?
Yo lo de la fecha lo llevo fatal, Carme. Menos mal que el blog escribe la fecha el solito, si no lo dejaba hoy mismo. Una lástima lo de Borra el humo de tu frente... pero seguro que Francis está disfrutando mucho de su ausencia.
Pues sí, 39, mirando atrás, puedo decir que 1999 fue también un buen año para mí, uno de esos años en los que uno podría quedarse una buena temporada, quedarse en él un año, o dos, o incluso tres.
Eso de los años a lo mejor te pasa por haber nacido en un día que solo existe cada cuatro.
Feliz año sin número.
Saludicos.
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