SILBIDOS
Hay un hombre silbando en mi cuarto de baño. Hace ya media hora que le he acompañado hasta allí. No sé qué hacer, nunca sé qué hacer en estos casos. El hombre es un albañil. Ha venido a tapar un agujero que hay el techo del cuarto de baño. Hace dos meses apareció una mancha de humedad allí. Cada día aumentaba de tamaño, parecía tener vida propia. Un día llamé al presidente y, al final, la comunidad de vecinos se hizo cargo del asunto. Tuvieron que perforar el techo de mi cuarto de baño y el suelo de los vecinos de arriba. Un fontanero se ocupó primero de perforar el techo y arreglar la tubería. Ahora es el turno del albañil. Ahí está, tapando el agujero. No deja de silbar mientras yo escribo esto. No sé que hacer, nunca sé que hacer en estos casos. Tal vez debiera echar una ojeada de vez en cuando, asomarme fingiendo curiosidad, darle quizá cierta conversación. Pero no lo hago, permanezco aquí, tecleando mientras le escucho silbar. Me pregunto si todos los albañiles silban mientras trabajan. Parece tan feliz. Es inquietante que un desconocido silbe en tu cuarto de baño. El cuarto de baño propio es uno de los lugares más íntimos que existen. Eso es lo que pienso mientras escucho al albañil silbar. Me pregunto entonces si yo he silbado alguna vez en mi cuarto de baño. Creo que nunca lo he hecho. No, seguro que no lo he hecho. Nunca he sido yo de silbar. Como mucho tarareo una canción pegadiza, pero nunca la silbo. De pronto, me molesta muchísimo que un desconocido esté en mi cuarto de baño haciendo algo que yo nunca he hecho allí. Me siento ultrajado. Pero esto no evita que siga prestando atención al silbido del albañil. Conozco esa melodía, me suena mucho. El silbido continúa y, cuando creo estar a punto de descubrir a qué canción pertenece, se detiene. Maldita sea, pienso mientras espero expectante a que el silbido se reanude. Tras unos segundos de descanso, el albañil vuelve a silbar. Parece hacerlo con mayor ímpetu ahora. He de reconocer que el tipo lo hace de maravilla, parece un jilguero. Frunzo el ceño y entorno mis ojos, me concentro en el sonido que emiten sus labios. Estoy a punto de descubrir a qué canción pertenece. Sí. Ya. Ya está. Ya sé de qué canción se trata. No sé cómo no me he dado cuenta antes. Me siento un poco estúpido ahora que sé cuál es. Está silbando Strangers in the night, de Frank Sinatra. Al poco tiempo de darme cuenta deja de silbar definitivamente. Le escucho recoger sus herramientas. Aparece y dice que ha terminado. Le acompaño hasta la puerta. Una vez que se ha ido me dirijo al cuarto de baño. Entro y miro al techo, hacia el lugar en el que estaba el agujero. Después me miro en el espejo, fijamente, y empiezo a silbar.
4 comentarios:
Silban porque mientras trabajan no pueden frotarse las manos pensando en la factura (con o sin IVA, al gusto, pero mejor sin IVA) que te van a pasar...
Saludos.
Ya suponía yo que por algo silbaban tan felices. Gracias por la información.
Un abrazo para ti.
Que 2012 sea pleno en salud, amor y felicidad.
Igualmente, Magda.
Feliz 2012, y un fuerte abrazo.
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