El pintor húngaro Dezsö Czigány
se autorretrató en numerosas ocasiones mostrando un semblante tan hierático
como escrutador. Sus ojos, allí, en el lienzo, pueden llegar a resultar
realmente turbadores si uno los mira fijamente durante un par de minutos. Sobre
todo si se tiene en cuenta que el 31 de diciembre de 1937, antes de suicidarse,
Dezsö Czigány mató a su familia sin pestañear. Observo algunos de sus
autorretratos y, al final, me encuentro con que, tras tanto semblante grave, el
que me resulta más inquietante es uno en el que, con tonalidades suaves, aterciopeladas,
el pintor húngaro se retrató sonriendo y sujetando una guitarra. En ese
autorretrato también su mirada y su sonrisa se nos muestran aterciopeladas, dóciles,
sin atisbo de horror alguno. La alegría del artista-asesino enciende un
escalofrío en mi espalda cuando le imagino entonando una ingenua y centelleante
canción sobre el fin del mundo.
Dezsö Czigány en su taller, en 1912, tapándose el rostro que tantas veces retrató.
1 comentario:
Cuando se conmemora el aniversario del asesinato de algún personaje famoso me repugna cómo los periodistas no pierden oportunidad de nombrar al asesino,dándole un protagonismo que sólo ha adquirido por disparar contra alguien indefenso, toda una hazaña.
Deberísn ser ignorados porque, si lo piensan objetivamente, la historia o la noticia no pierde interés.
Lo mismo podría aplicarse a esos suicidas asesinos. Este pintor, caiga en el olvido
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