Grabado de Francisco de Goya.
Accedo con desgana a mi cuenta de correo electrónico. Encuentro cinco e-mails nuevos. Entre ellos tan sólo uno llama mi atención. Lleva por asunto “Postal de Meudon”. Lo abro y leo una solitaria frase en mitad de la pantalla: “Suelo visitar tu blog y he pensado que podría interesarte la postal que adjunto”. El correo termina con una firma en forma de R mayúscula. Examino la dirección de e-mail buscando el nombre del remitente, pero allí nada revela una identidad concreta. Abro el archivo adjunto con gran curiosidad y me encuentro con una antigua postal de Meudon. En ella puede verse un zeppelín sobrevolando la localidad francesa y, al fondo, en mitad del paisaje, el famoso acueducto. Famoso al menos para mí, ya que hace años le hice una foto sin saber que en 1928 el gran André Kerstez había inmortalizado aquel acueducto desde la misma calle y casi desde el mismo punto en el que yo me encontraba cuando lo fotografié. Observo durante un buen rato la postal en la pantalla del ordenador. Utilizo el zoom para escudriñar ciertos detalles. En la parte inferior de la postal leo que aquel zeppelín se llamaba “Republique”. Después imprimo la imagen, la recorto y la cuelgo sobre mi mesa de trabajo. Ahí están ahora el zeppelín y el acueducto, junto a otras muchas imágenes de esa localidad francesa en la que vivieron Wagner, Rodin o Celine, esa localidad francesa que aparece mencionada en libros como Rojo y negro de Stendhal, Mirar de John Berger o Hijos sin hijos de Enrique Vila-Matas, esa localidad francesa retratada por pintores como Vincent Van Gogh o Diego Rivera. Como si de un mosaico se tratase, retratos fotográficos de todos esos hombres se agolpan en la pared junto a fotografías y reproducciones de pinturas de Meudon. Ahí están todas esas imágenes, día y noche, velando por esa novela sobre Meudon que llevo varios años escribiendo y que parece no tener fin, pues es como un árbol del que no dejan de nacer nuevas ramas, y, por mucho que me empeñe en podarlo, brotan a tal velocidad que la tarea resulta tan inútil como monstruosa. Aunque ya se sabe, el sueño de la escritura también produce monstruos, y a veces ese sueño se ramifica convirtiéndose en la raíz que afianza todos y cada uno de nuestros actos. Pero no nos engañemos, es tan sencillo como complejo, a veces, al escribir, lo importante es cortar por lo sano.
(Sirva este post para agradecer a la enigmática persona que firma como R
el envío de esta maravillosa postal)
Fotografía de Andre Kertesz realizada en 1928.
Fotografía de Álex Nortub realizada en 1995.
6 comentarios:
no soy tan enigmática, me llamo Rebeca, me alegro de que te haya gustado la postal.
Me alegraste el día con esa postal, Rebeca. Pero ahora creo que debería incluir ese zeppelín en la novela sobre Meudon, y eso lo complica todo un poco. Y que vivan las complicaciones!
Bonita entrada y bonitas coincidencias. Espero que logres completar esa novela sobre Meudon, que ya sólo por lo que cuentas promete mucho.
También yo lo espero, Elena. Algún día la terminaré, seguro. Está bastante avanzada pero no dejan de aparecer cosas vinculadas a Meudon que hacen que me replantee ciertos pasajes. Cuestión de tiempo.
es extraño eso de que te mande una postal y tengas que hacer cambios en tu novela, me gustará leerla y ver el zeppelin en sus páginas y pensar que algo he tenido que ver.
Interesante, esperaremos a que salga el libro.
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