lunes, 23 de marzo de 2009

Un último cuento

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Un buen día se me antojó organizar una fiesta por todo lo alto. No había motivo alguno para hacer tal fiesta, nada que celebrar, pero, aún así, me pareció una gran idea llevarla a cabo. Hice un sinfín de llamadas telefónicas. Envié multitud de correos electrónicos. Mandé un montón de mensajes con mi teléfono móvil. Muchas fueron las personas que contestaron a mis invitaciones diciéndome que acudirían encantadas. Así que lo preparé todo con sumo entusiasmo, exaltado al pensar en lo mucho que me gusta meterme en el papel de anfitrión, ser el centro de atención, imaginar que soy Vincent Price enfundado en un distinguido batín de seda mientras todas las miradas se posan en mí persona como cuervos en las ramas de un roble centenario.

Al fin ha llegado el gran día y parece que la fiesta será de un éxito morrocotudo. Muchos son los invitados que, frenéticos, bailan sin parar mientras, otros, los más sosos, charlan con entusiasmo y observan el permanente bailoteo. Sólo dos se han desmayado. La fiesta es, sin duda alguna, de un éxito morrocotudo. Pero, sin darme cuenta, llega el final. La gente comienza a despedirse cuando los primeros rayos de sol atraviesan las cortinas del comedor. Muchas son las personas que me felicitan por el morrocotudo éxito de mi fiesta. Recibo un sinfín de besos y abrazos. También hay algún que otro apasionado apretón de manos. He llegado a contar incluso tres o cuatro entusiastas palmadas en mi espalda. Me siento hinchado, lleno de un orgullo que casi me hace levitar, me siento como un globo sonda que asciende imparable hacia las estrellas. Entonces me dejo caer en el sofá y, tras sacar de debajo de mi trasero un antifaz de color rojo que alguien ha olvidado, me lo pongo y empiezo a escribir todo esto. Y mientras lo escribo apuro el último dry-martini y de repente me siento cansado, mareado, aturdido y reventado como nunca antes me había sentido. Como un globo pinchado que se desinfla revoloteando sin rumbo, me levanto y doy cuatro pasos. Sí, me falta el aire. Me cuesta respirar. Mi corazón se acelera tanto que creo que va a saltar de mi pecho. Me tiemblan las manos. Creo que no podré sujetar durante mucho más tiempo la libreta y el bolígrafo con el que escribo estas líneas. Mientras observo la copa caída sobre el confeti que cubre la mesa, me da por pensar en que, al final, sí que ha habido un motivo para llevar a cabo esta fiesta. De pronto veo con claridad que ha sido una fiesta de despedida. Que me han envenenado. Alguien ha puesto algo en mi bebida. Tal y como decían los Ramones en aquella canción. Somebody, somebody put something in my drink. Alguien. Alguna de las personas que acaban de despedirse con una efusividad desmedida, me ha envenenado sabiendo que esta sería, además de una fiesta de un éxito morrocotudo, una fiesta de despedida.

Soy consciente de que, en cualquier momento, ya no podré ni escribir, que todo esto que escribo se quedará sin un final digno. En cualquier momento se cortarán mis palabras, en cualquier momento ya no

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Por favor, no se le ocurra pinchar sobre la imagen. No lo haga. Algo terrible podría sucerderle.
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8 comentarios:

Hilvanes y Retales dijo...

Salió ardiendo algún cuero cabelludo??? curioso incidente ...

Anónimo dijo...

Álex, siempre hay antídotos para los venenos. Espero que mañana estés vivito y coleando.
He pinchado el terrorífico link, y mejor me retiro a mi aposento otro ratito, con el Señorito Mauricio, que a su lado siempre es primavera, como en Tahití.


Pili R.

39escalones dijo...

Hoy en día hay antídotos para todo, son más bien 'antítodos'... La próxima fiesta promete, eso sí. Espero que se parezca bastante al vídeo (magnífico, por cierto, una gran recuperación).
Saludos.

Anónimo dijo...

Nadie debe preocuparse. Siempre llevo 537 antídotos en el bolsillo.
Ya me encuentro mucho mejor. Gracias.

Anónimo dijo...

Me alegro de tu mejoría.Buen vídeo,los efectos especiales absolutamente"terroríficos".Estupendo cambio el de la liebre....mucho mejor así.El retrato de Pablo Gallo es estupendo.Saludicos

Anónimo dijo...

Pues sí, Carmen, llevaba algún tiempo viendo que gente tan distinguida como Marta Navarro o Enrique Ortiz utilizaban los retratos del Sr.Gallo en sus perfiles, así que me dije: también yo puedo hacerlo.
Besicos.

entrenomadas dijo...

Veo que la fiesta ha terminado, pero tu cachondeo no. Cosa que me alegra y me despista. Pero es que yo me alegro fácilmente y me despisto aún con mayor rapidez...


Querida Pilar Rubio haz favor de soltar ya a Mauricio y déjanoslo un ratito a l@s demás. Mira que no te dejaré tocarle las narices al narizotas.


Un beso con 10 gramos de antídoto de lo que sea...


Ay,ay,ay

Marta

Anónimo dijo...

A propósito del conejo:
A mi me gustaba el conejo.

A propósito del Señorito Mauricio:
La envida corroe.

Y a propósito de Henry:
Au revoir les enfants.

Pili R.