miércoles, 28 de octubre de 2009

LA EXACTITUD DE LAS NUBES

Luís Buñuel
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Un director de cine filma un fragmento de cielo para comenzar su primera película. Es un cielo por el que deambulan nubes altas, grandes nubes que desfilan de derecha a izquierda. Al final del día, cuando visiona las escenas grabadas, tiene la impresión de que una de las nubes de ese fragmento de cielo se parece al rostro de Luís Buñuel. Sí, vuelve a ver la escena una y otra vez y se dice que no hay duda, es igualita al rostro del director de cine aragonés. Aunque le parece obvio que esa nube es idéntica al rostro de Luís Buñuel, decide no comentárselo a nadie del equipo. No se lo dice al asistente de dirección, ni a ningún técnico de sonido, mucho menos se lo dice al productor. Se lo calla. Decide mantenerlo en secreto. Piensa que, tal vez, con el paso del tiempo, lo cuente como una anécdota en sus memorias.

Veinte años después, el mismo director de cine filma un nuevo fragmento de cielo para finalizar su última película (él no sabe que será su última película, pero lo cierto es que pronto morirá atropellado por un enorme todo-terreno al salir de una charcutería). Al visionar la escena que acaba de filmar, la última escena de su última película, ve una nube que atraviesa ese fragmento de cielo y que le recuerda al rostro de Luís Buñuel. Y, claro, esto le hace recordar que en su primera película también había una nube que se parecía, sin duda alguna, aunque nadie se hubiese dado cuenta, al rostro del director de cine aragonés. Cuando llega a casa decide ver la escena de cielo de su primera película y compararla con la escena de cielo de su última película. Lo hace y vuelve a sorprenderse. La nube de su primera película es igual a la nube de su última película. Es el rostro de Luís Buñuel, sí, pero no es simplemente el rostro de Luís Buñuel, sino que tiene además el mismo gesto, la misma pose. No es que sean parecidas o que se den cierto aire, no, son nubes exactamente iguales. Le da por pensar que es la misma nube, la misma nube que lleva veinte años dando tumbos sobre el mundo sin variar su morfología. Aunque sabe que esto es imposible, se dice que la prueba está ahí, ante sus ojos; ha visto las dos escenas una y otra vez y no tiene la menor duda sobre el parecido entre esas dos masas de vapor acuoso suspendidas en la atmósfera.

Tras la sorpresa inicial, se dice también, susurrando, con misterio, que ya va siendo hora de contárselo a alguien, aunque ese alguien sea su diario. Pero cuando se dispone a escribirlo en ese diario que algún día conformará sus memorias, le entra hambre, un hambre terrible, sobrehumana. Así que, antes de ponerse a escribir sobre la exactitud de las nubes, decide, fatalmente, mientras sus tripas rugen, bajar a la charcutería situada al otro lado de la calle.

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Fotograma de la película Simón del Desierto, de Luís Buñuel.

3 comentarios:

39escalones dijo...

¡¡Magnífico!! Si yo fuera nube, no querría parecerme a nada más.
Eso sí, el desenlace de la historia da la razón a quienes abogan por la dieta mediterránea: los peligros de las grasas...
Saludos

carmen dijo...

Me ha gustado mucho.Como me gusta mi paisano Buñuel.Un genio.
Como dice 39 la dieta mediterránea tiene menos peligros,sobre todo en este caso que nos relatas.....
Saludicos

Álex Nortub dijo...

Sal-udos.