Carole Lombard, Supernatural, 1933
Lo confieso, en ocasiones hablo solo.
Supongo que todos hablamos solos, aunque sea mentalmente. A veces se trata de una
misma y obsesiva conversación, sobre algún conflicto en el trabajo, o con la pareja o sobre fútbol o sobre política internacional o sobre lo que uno debería
hacer al día siguiente. Pero me pregunto dónde se encuentra el límite para que
esos soliloquios no sean consideramos simple y vulgar locura.
Aunque algo sí que tengo claro: mientras tema volverme loco no estaré loco.
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