jueves, 16 de abril de 2009

Ocho días en Lisboa




En Lisboa los portales poseen timbres individuales para cada piso, timbres que se amontonan unos encima de otros en la superficie de las puertas formando extraños mosaicos. En Lisboa los policías charlan en la calle sobre la colonia que utilizan, dándose a oler sus muñecas, mientras los tullidos no les quitan ojo. En Lisboa, asomados a las ventanas, los ancianos leen y releen novelas policíacas al caer la tarde. En Lisboa, desde lo alto del elevador de Santa Justa, a eso de la una del mediodía, puede verse a dos dubitativos suicidas charlando de pie sobre un tejado. En Lisboa, los sex-shops, por lo que he podido comprobar, son la mar de pudorosos. En Lisboa hubo una vez una empresa de limpieza de chimeneas, fundada en 1861, llamada A Lisbonense, situada sobra una floristería llamada A Gardenia. En Lisboa los tejados no parecen reales. En Lisboa hay pensiones que invitan a pensar. En Lisboa, a la hora del aperitivo, las parejas se sientan en las terrazas y hablan entre susurros que nadie más puede escuchar. En Lisboa los tranvías son como animales que engullen a las personas y así, en sus vientres, mientras hacen la digestión, las transportan por toda la ciudad. En Lisboa hasta los maniquíes se sientan al sol con la mirada perdida. En Lisboa los andamios son individuales, las calles tan solitarias como los andamios y la saudade puede contemplarse hasta en los zapatos de tacón de las mujeres sin prisa.




















2 comentarios:

bambu222 dijo...

Gracias por este paseo que nos has ofrecido.Saludos.

Anónimo dijo...

hermosas fotos, mientras la miraba no podía dejar de pensar en los homónimos que Pessoa hacía andar por esas calles, y tambien en un hermoso libro de Vilas Matas, El viaje vertical. un saludo desde argentina
www.literatrofia.blogspot.com
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