sábado, 20 de marzo de 2010

OBSERVO UNA FOTOGRAFÍA EN BLANCO Y NEGRO



Observo una fotografía en blanco y negro que pertenece a la solapa de un libro. En la fotografía aparece un hombre. Ese hombre es el autor del libro que sostengo entre mis manos. Su manera de enfrentarse al objetivo es inusual, no es la típica pose de escritor, tampoco su obra es la típica obra literaria a la que nos tienen acostumbrados muchos de los autores de su generación. Presto atención a su mirada. Parece interrogar a quien le observa, quizá pretenda interrogar al lector. ¿Sabes bien dónde te estás metiendo? parece decirle. Su ceja izquierda permanece elevada, creo que ese detalle es el que me lleva a pensar que su mirada interroga. Entre la ceja elevada, el cuello subido de su americana y sus brazos cruzados, deberíamos hablar de una pose intrigante. Por un momento logra inquietarme. La imagen podría fácilmente hacer pensar en un vampiro, en el mismísimo Conde Drácula. Pero, también, si nos ponemos a imaginar, la pose del hombre de la fotografía, sobre todo su cruce de brazos, podría hacernos pensar que lleva una camisa de fuerza. Tiene cierto aspecto de hombre perturbado, el último en descender de un tren. No debemos descartar ninguna posibilidad. Bien podría haberse escapado de algún hospital. Como, por ejemplo, del Hospital Psiquiátrico de Herisau. La fotografía está realizada en blanco y negro, esto ya lo he dicho pero creo que es importante recordarlo. El fondo de la fotografía es absolutamente blanco, como la nieve que a menudo rodea el hospital suizo en el que durante tantos años estuvo internado el escritor Robert Walser, referente indiscutible del hombre que aparece en la fotografía. Observo de pronto un detalle que se me había escapado. Por si la luz que refleja la nieve, o sus palabras, o todos sus libros, le molestase, en el bolsillo de su americana asoman con timidez unas gafas de sol. Por último, observando el conjunto, pienso que, si supiese dibujar, me gustaría saber hacer los pliegues de la ropa, poder recrear esas arrugas que se forman en su americana al cruzar sus brazos. Las luces y las sombras de una tela nada tienen que envidiar a las de un rostro.
Es entonces, en el momento en que absurdamente creo haber desentrañado los misterios de la fotografía, cuando comienzo a leer el libro.





Así aparece Enrique Vila-Matas en la solapa de Dublinesca.
(Fotografía de Xavier Torres-Bacchetta)

3 comentarios:

39escalones dijo...

¡Qué vergüenza! Sólo un sello de 32 centavos para el bueno de Lugosi...
Como ex-residente en un psiquiátrico (ojo, como empleado) durante año y medio (sí, ahora se entienden muchas cosas, lo sé), apuesto por la camisa de fuerza bajo la americana. Pero como número de escapismo, y sin quitarse la chaqueta...
Saludos.

Flavia Company dijo...

Me encanta que te hayas fijado en el detalle de las gafas de sol. ¿Las llevaría con la intención de ponérselas para la foto y el fotógrafo se lo desaconsejó? ¿Las dejó ahí a propósito? ¿Fue un descuido?

Iván Humanes dijo...

Y Spider frente a su puzzle favorito. En la vigilia.