viernes, 13 de febrero de 2009

Me sabe mal

White weeding (2006), pintura de John Kirby
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Me sabe mal. Me sabe mal que todo me sepa tan bien. Me gusta comer, comer de todo. No hago ascos a nada. Carne, pescado, sopas, legumbres, pasta, ensaladas, verduras, potajes, todo tipo de entremeses y postres, sobre todo si tienen chocolate. Me encanta el chocolate. Me chifla. Salivo como un perro cuando veo cerca chocolate. Salivo y vuelvo a salivar. De tanto salivar, termina por formase un charco bajo mis pies cuando veo cerca chocolate. Es una adicción. Así la definió el pediatra cuando, siendo un niño, mis padres acudieron a él preocupados por lo mucho que yo salivaba y porque les llenaba el parqué de charquitos. Charquitos de baba infantil. Lo hablaron detenidamente mientras yo escuchaba tras la puerta. Me sabe mal. Me sabe mal salivar si hay alguien delante. Es complicado mantener una relación estable cuando tu pareja descubre que salivas sin ton ni son, que no puedes controlarlo si hay cerca chocolate, y es necesario que haya cerca chocolate porque soy un maldito yonki del chocolate. Me da igual del tipo que sea, chocolate negro, chocolate en polvo, chocolate blanco, chocolate con leche, chocolate con almendras o avellanas, chocolate a la taza, chocolate en cobertura, chocolate fondant. Me da exactamente igual. Necesito chocolate. Un par de dosis diarias, tal vez tres, no pido más. Y me sabe mal. Me sabe mal tener que vivir pegado a una fregona, fregando una y otra vez los charcos que se forman bajo mis pies cuando veo cerca chocolate. Charcos de baba adulta. Y lo que peor me sabe, con diferencia, es que mi hermano gemelo, ahí donde le ven, que somos como dos gotas de agua, igualitos, calcados, él un poco más pálido, siempre, el muy cabrito, que desde nuestro nacimiento ha ido por delante pues salió un segundo antes del vientre materno, como he dicho, lo que peor me sabe es que mi hermano, siempre, el muy cabrito, desde nuestra más tierna infancia, ha detestado e incluso aborrecido el chocolate mientras yo, sin control, salivaba a lo largo y ancho de toda la casa sin poder remediarlo. Y, aunque he rezado mil y una oraciones para que dejase de ocurrir, esto, lo que acabo de contar, por muy increíble que parezca, cuando hay cerca chocolate, como un títere, sin ton ni son, ocurre.


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Nightwatch (oleo sobre lienzo, 215 x 183, 1989), pintura de John Kirby
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Pinche, por favor, sobre esta pintura de John Kirby, quizá le agrade lo que pueda encontrar al otro lado.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayer te vi en el mercado de La Boquería, tras las Ramblas, comprando unos bombones gigantes de frutos secos y pasas sultanas. Te reconocí porque llevabas tu libro bajo el brazo y salivabas mucho. Yo era la chica que bebía un zumo rosa de pitahaya y compraba setas desecadas.

Cuando vi esos bombones gigantes que rumiabas me dio ganas de comprarlos a mí también y los estiy comiendo ahora, mientras escibo esto y manchox le telcado y escibo mal poreso

Anónimo dijo...

JJJajajajjajaja, perdónnnnn por la risa floja. Que no te sepa mal (que sea floja, debo estar débil), pero es que no puedo evitarlo: lo de la baba es genial. Aparte, que yo soy gemela y esta historia es así, genial (por duplicado).

Pili R.