Ayer fui al cine.
Me senté detrás de ti sin hacer el menor ruido.
Vimos la película.
Tú comías palomitas de maíz.
Yo bebía a sorbitos una fanta de naranja.
Muy de vez en cuando, me fijaba en tu nuca, en tus orejas, en tu coronilla.
Un par de veces me acerqué tanto a tu cuello que creí que ibas a descubrirme.
A descubrirme allí, detrás de ti.
Pero no fue así.
Vimos la película y no me descubriste.
No allí, no detrás de ti.
Antes de que apareciesen los créditos finales, me levante y me fui.
Salí del cine y crucé la calle con la fanta de naranja todavía en la mano.
Al otro lado esperé a que también tú abandonases el cine.
Era de noche y hacía frío.
Echaste a andar por el Paseo de Gracia abajo.
Te seguí por la acera de enfrente.
Te detuviste ante un escaparate de Zara.
Vi tu rostro reflejado en el escaparate.
También, al fondo, me vi yo reflejado.
Fue entonces cuando me di cuenta de que me habías visto.
Me descubriste reflejado en el escaparate de Zara.
Dejé caer al suelo la fanta de naranja.
Ya nada podía hacer.
Así que eché a correr y no me detuve hasta llegar a casa.
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3 comentarios:
Que buen cuadro de Hopper,es muy bonito, y el relato tiene su morbo.., por lo visto hay que irse a Barcelona para que le persigan a un@,un día de estos me dejo caer por allí.¿Habrá un cine tan bonito como el del cuadro de Hopper?.Saludicos
Qué hermosa intriga en el cuadro. Recuerdo ese cuadro. Hopper me persiguió por toda Barcelona intentando regalármelo.
Un buen tipo, Hopper. Me preguntó qué tal en mi hotel, que curiosamente está junto a la vía del tranvía, cerca de Glòries.
El cuadro no lo volví a ver hasta hoy. A Hopper tampoco.
Lo de la fanta de naranja... ha tocado mi fibra sensible. (Me ha encantado leer esto, hoy).
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