jueves, 18 de marzo de 2010

LOS DÍAS QUE MÁS ME GUSTAN




Hay días en que me cuesta salir de casa, pero, debido a ciertas necesidades o compromisos, me veo obligado a hacerlo sin tener la menor gana. Esos días el hecho de abandonar el piso en el que vivo se convierte en un enorme fastidio, salgo de casa pero salgo con mala cara, saludando con desgana a los vecinos, esos vecinos que me tienen por un antipático de campeonato. Sí, es cierto, reconozco que esos días que tanto me cuesta salir de casa, una vez fuera, podría ganar con facilidad cualquier campeonato de antipatía del mundo. Me imagino en el centro de un podium, con mi mala cara y con mis contrincantes a ambos lados, también con mala cara pero muy lejos de la hostilidad que pueda reflejar mi rostro. Imagino que me dan una medalla en la que puede verse representado un ceño fruncido. No me considero, habitualmente, una persona antipática. Pero esos días, esos días en que tanto me cuesta salir de casa y me obligado a hacerlo, puedo llegar a morder. Literalmente. Ñam. Sí. Puro canibalismo. Así soy yo esos días. Enseño los dientes. Gruño. Me comporto como un auténtico idiota. Un majadero de tomo y lomo.
También hay días en que me pasa justamente todo lo contrario. Hay días en que no existe el menor motivo para que tenga que moverme del lugar en el que vivo pero, debido a una terrible desazón que hace que me piquen de manera exagerada las plantas de los pies, soy consciente de pronto de que me apetece mucho salir a la calle, a caminar, a dar vueltas a la manzana, a deambular por una ciudad que creía haber olvidado. Esos días saludo sonriente a mis vecinos, esos vecinos que me tienen por un antipático de campeonato y a los que, con mi sonrisa profident, les rompo todos sus esquemas y les hago pensar en si su vecino el antipático habrá perdido la cabeza o habrá vuelto a drogarse. Y, con sus esquemas rotos, me miran de reojo, de arriba a bajo; intimidados por mi buena cara corren a sus casas a contarles a sus mujeres o maridos que el vecino ese, el antipático, les ha sonreído, de verdad.
Caigo en la cuenta de que podría clasificar todos los días de mi vida en tres tipos:
1)      Los días en que no me apetece nada salir de casa.
2)      Los días en que me apetece mucho salir de casa
3)      Los días en que, salga o no salga de casa, no pienso en si me apetece o no me apetece abandonar el lugar en el que vivo.
Los del punto número tres son los días más habituales, los días que más se han repetido a lo largo de mi vida, los días que más me gustan.

2 comentarios:

39escalones dijo...

Vaya, no sé a cuál de los "tres estados" atribuir el momento fotogénico de arriba... O si a la voz del texto o a un vecino simpático que va a pedir perejil o sal...
Esta tarde mientras me quedo en casa me lo pienso.
Saludos.

Marion dijo...

Te deseo muchos días de los que te gustan.
Pasaba por aquí y me ha gustado el lugar.
Saludos