El lunes me arrastré de mala manera hasta el café Salambó. Se presentaba allí la última y maravillosa novela de Enrique Vila-Matas titulada Dublinesca. El local estaba atestado de gente. En la puerta me saludó alguien a quien no reconocí. Cuando entré ya no había sillas libres. Me senté en el suelo, sintiendo el persistente y agudo latir de mi pie recién operado, pun-pun, pun-pun, pun-pun… Desde allí observé los pies de la gente. Pies sanos que parecían reírse de mi pie enfermo. Y mientras el latir no cesaba, pun-pun, pun-pun, pun-pun… me fijé en los pies de Juan Marsé, en los pies de Pedro Zarraluki, en los pies de Isabel Nuñez, en los pies de Luis Izquierdo, en los pies de Eduard Fernández, en los pies de Javier Argüello, en los pies de Paula de Parma, en los pies de Enrique Vila-Matas. Todos estaban allí con sus pies portátiles. Podrían haberse puesto a bailar en cualquier momento. Nunca podré olvidar la envidia que me dieron todos aquellos seres bípedos.
Comenzó la presentación el actor Eduard Fernández, leyendo fragmentos de Dublinesca. Y terminó con la frase Irá a Dublín. A continuación Javier Argüello hizo algún comentario y comenzó a hacerle preguntas a Vila-Matas sobre muy diferentes cuestiones. Y el escritor respondió cosas como: No habría que explicar las novelas, se explican por sí mismas, o también: Uno de los que menos habló de su obra fue Kafka, y: En Dublinesca he convertido en arte literario la vida de un personaje gris: qué pasa cuando no pasa nada, o incluso: El centro de Dublinesca está al final del libro. Sería como el viaje al centro de un sueño. Habló también de que se ha renovado literariamente cada quince años (13, 30, 45, 60).
Tan sólo un muchacho argentino se atrevió a preguntar, un muchacho que también había estado en la presentación de la novela en Buenos Aires.
También vi por allí a prestigiosos blogueros como Francis o Elena; está ultima me ayudó incluso a levantarme al final del acto, por lo que, desde aquí, quiero agradecerle su amable gesto. Poco después se formó una cola enorme de gente interesada en que el escritor les firmase el libro. Yo no mostré el menor interés ya que tengo todos y cada uno de sus libros bien dedicados.
Fuera, en la calle, la gente charlaba sin prisa.
Fuera, en la calle, la gente charlaba sin prisa.
Al día siguiente me levanté con el pie hinchado como una sandía. Ha empeorado fatalmente debido a la falta de reposo. Se me ha pasado por la cabeza, incluso, demandar a Vila-Matas. Si no le considerase tan buen escritor no me hubiese visto obligado a ir a la presentación de su última novela y mi pie no se hubiese convertido en una sandía.
Pero al final me he dicho que preferiría no hacerlo, que tan sólo he de ingerir una nueva cápsula de nolotil. Una más. Mientras deseo que su efecto dure para siempre.
7 comentarios:
Estamos en 2009, y un día de 1904, en Dublín, mes de junio...
2009-1904=105
105 es el mínimo común múltiplo (m.c.m.) de 15 y 7
15+7=22
¡Año de publicación del Ulises!
PD: Me alegra leer tu crónica de tan magnífico evento. De hecho un evento que toma cuerpo en un bar tiene sus peligros. Y no solo para los pies. Saludos, Alex. Cuídate.
Lo que me parece raro es que viéndote en el suelo nadie te ofreciera una silla... para sentarte, claro. No ya el público, sino los organizadores. Incluso una silla dublinesca.
Estimado Sr. Kaplan,
Me alegro de que le salgan las cuentas tan cerca del Bloomsday.
Los eventos en bares son los eventos que más me gustan.
Un abrazo.
En realidad, Alfredo, si que hubo un par de personas que me ofrecieron sus sillas. Pero las rechazé. Tonto de mí. Pensando que la cosa no sería para tanto. Pero lo fue. Ahora toca estricto reposo.
Un abrazo.
¿Tu me viste ?
sí
vaya pues me habrias podido pegar un toque , bueno con la muleta no.
Estabas lejos, había de masiada gente y movilidad era nula. Pero lo pensé.
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