El pie continua en su sitio. Furioso con su inmovilidad. Anhelando caminar. Sé que sueña con correr, danzar o brincar. Pero aún queda mucho tiempo para todo eso. La rehabilitación es lenta, se arrastra. La rehabilitación es estúpida, se retuerce. Pero yo continúo con mi inútil teclear, escribiendo aquí. Prefiero mil veces tronzarme un pie que una mano. Los dedos se deslizan eufóricos sobre el teclado. Pero que quede bien claro: nunca he deseado ser un pianista de las palabras.
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