miércoles, 14 de enero de 2009

Todo el tiempo del mundo


Pensador amenazado (162 x 130 cm, óleo sobre lienzo, 1975), pintura de José Hernández
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El día en que me suicidé no era un día soleado. Si hubiese sido un día soleado, es muy posible que no me hubiese quitado la vida. Sólo pensar que en el exterior pudiese hacer sol, que las chicas se paseasen en minifalda o tomasen cervezas en las terrazas, hubiera sido un obstáculo a la hora de suicidarme. Por fortuna, el día en que me suicidé no era un día soleado. El día en que me suicidé era un día gris, gélido, con un cielo repleto de nubarrones y sin nadie paseando por la calle. No creo necesario contar cómo me suicidé, de qué manera me quité la vida. Es obvio que regentando un hotel junto a una vía, algo tuvo que ver un tren en todo ello. No entraré en más detalles, lo hice y ya está.

Lo último en que pensé antes de suicidarme, fue en los huéspedes de mi hotel. No quería dejarlos en la calle, así que, como muchos ya saben, puse en venta mi hotel unos días antes. Pero, aunque obtuve unas cuantas llamadas, ninguna fue satisfactoria. Así que habiendo sopesado dos opciones, la A y la B, la venta o el suicidio, al final opté por la opción en la que debía quitarme la vida. Cuando elegí está opción, la B, reconozco que de manera egoísta, no imaginaba que pudiese surgir, así, de la nada, una vez muerto, una tercera opción, la opción C. Siempre debiera haber una opción C. Sí, una opción C, inesperada, que nos sorprenda, tal y como me sorprendió a mí la opción C una vez que me hube quitado la vida. Resulta que una vez muerto me transformé en un fantasma. Esa es la opción C, la que no había sopesado, la de convertirme en un fantasma.

Un fantasma que ahora se desliza por los pasillos de este hotel, un fantasma que puede seguir decorando las habitaciones sin ser visto. Espiando a las mujeres mientras duermen o descansan, ofreciéndoles una manzana envenenada de mí. Un fantasma que, de vez en cuando, con travesuras, asustará un poco a los huéspedes que, desprevenidos, contemplan ensimismados las obras que cuelgan de las paredes de este hotel junto a la vía. Pero no asustaré como el Fantasma de Canterville, ni como el Fantasma de la Opera, ni siquiera como el peliculero Beetlejuice. No. Yo soy un fantasma de hotel, de un hotel junto a una vía. Un fantasma con todo el tiempo del mundo. Y es que, al convertirme en fantasma, el tiempo dejó de ser un problema. Ahora tengo todo el tiempo del mundo. Me sobra tiempo. Tengo tiempo para dar y tomar. Todo el tiempo del mundo. Lo derrocho, lo despilfarro sin ton ni son. Todo el tiempo del mundo.

De esta manera, queridos huéspedes, seguiré regentando el hotel, como anfitrión-ectoplasma, junto a la vía, deslizándome por los pasillos y haciendo crujir los escalones de madrugada, o por la tarde, o a media mañana, la hora me da igual, el día de la semana también, como ya he dicho, dispongo de mucho tiempo, todo el tiempo del mundo. Para dar y tomar. Todo.

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Fotografía de Miwa Yanagi


Fotografía de Dayanita Singh


Fotografía de Tood Hido


Si usted se atreviese a pinchar sobre esta última fotografía, podría comprobar que todavía hay alguien que, en la enclenque posteridad, se acuerda de mí.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

YUJUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Será un placer compartir ese espacio con vos, como medida urgente he desprovisto mi habitación asignada de elementos indecorosos, es decir, de todo, las paredes están ahora desnudas y yo asumo la responsabilidad de salir todas las noches de la misma saya a pasear por el hotel, por si acaso los círculos en los que habitamos se hacen alguna vez concéntricos.
Un abrazo fantasmagórico en esta celebración y fiesta orgiástica del suicidio... intentemos celebrarlo desde el jueves.

entrenomadas dijo...

Sin palabras me ha dejado usted.
Bueno, una tengo, o mejor dicho un sonido a lo Pili Rubio, YUJUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!!!!

Bacci,

M

Anónimo dijo...

nos alegramos.

pero sus huéspedes somos morbosos. Algún día que no podamos dormir nos contará lo que pasó con el tren?

para que durmamos mejor