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Hacía una tarde estupenda, una tarde perfecta. Se sentaron a charlar en el jardín tras una comida excesiva. Fifí, el perro, permaneció allí tranquilo, junto a ellos, como uno más. Marcel, de vez en cuando, se columpiaba abstraído en su sillón de mimbre. Jacques, a pesar del catarro, fumaba algún que otro cigarrillo. Raymond, que había dejado su sombrero en el suelo nada más sentarse, sujetaba a Fifí para que este no se lo mordisquease.
Hacía una tarde estupenda, una tarde perfecta. Pero cuando quisieron darse cuenta, el cielo comenzó a palidecer, y la luz, anaranjada tirando a rojiza, disminuyó como sin ganas, a disgusto, sin desear abandonar el lugar.
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1 comentario:
Bonita foto.Gracias por dejarnos hospedar en ese "MARAVILLOSO HOTEL JUNTO A LA VIA"
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