domingo, 2 de noviembre de 2008

El primer beso

Pintura de René Magritte



Me cruzo en la calle con dos adolescentes que se besan. Él parece ansioso, ella relajada. Les echo unos catorce años, tal vez trece, edad en la que a mí me llegó el primer beso. Fue en una discoteca de tarde, una oscura discoteca para adolescentes. A las nueve debía estar de vuelta en casa. Un grupo de chicas y chicos estábamos sentados en un par de sofás. Yo me encontraba junto a B., muchacha morena y extrovertida que no dejaba de hacerme preguntas. Preguntas a las que yo respondía con un Sí o un No cuando no lo hacía simplemente asintiendo o negando con la cabeza. Hasta que (no recuerdo bien cuál fue su pregunta) respondí con una frase compuesta por cuatro o cinco palabras. Entonces nos besamos. Mejor dicho, B. me besó. Yo, tímido y retraído como era, no habría osado hacerlo. Me dejé besar. Nuestras bocas se abrían y cerraban y nuestros labios se vieron inmersos en un continuo roce entre el extasis y las cosquillas. De vez en cuando, tal vez esto fuese lo mejor, nuestras lenguas se acariciaban húmedas e inquietas.

Desde un primer momento me gustó lo de besarse. Me gustó mucho aunque a B. le diese por morderme el labio inferior y producirme cierto dolor. También aquellos sutiles mordiscos me resultaron placenteros. Y qué decir del hecho de que dos amigas de B. no dejasen de cuchichear mientras, sentadas frente a nosotros, sin quitarnos ojo, reían nerviosas.








Dibujo de Robert Crumb




Escena de la película Las Modelos (1944), con Gene Kelly y Rita Hayword

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