sábado, 29 de noviembre de 2008

Amé a Betty


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Para Elena

AMÉ A BETTY


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Fui un niño arrubiado. Aunque con el paso de los años mi cabello se fue oscureciendo para acabar tornarse ahora grisáceo a causa de las canas, fui un niño arrubiado. Un niño arrubiado que sentía una enorme admiración por Popeye. Era sin duda mi dibujo animado preferido. Pero había otros. También adoraba a Los Picapiedra. Y como fui un niño arrubiado, me sentía identificado con Pablo Mármol. Aunque en la serie parezca un tanto bobalicón y torpe, yo quería ser Pablo Mármol. Además, su mujer, Betty, me parecía mucho más guapa que Vilma, la mujer de Pedro Picapiedra. Sí, creo que en el fondo yo quería ser Pablo Mármol porque me gustaba su mujer. Por extraño que parezca, mis primeras fantasías eróticas fueron con ella. Con Betty. Con un dibujo animado. Estuve muy enamorado de Betty. Colgado de Betty, como suele decirse de manera vulgar pero muy acertada. Me sentaba ante el televisor y, durante los veinticinco minutos que duraba un capítulo, no pestañeaba. No pestañeaba de forma literal. No realizaba ni un solo pestañeo. Mi padres, preocupados por si hubiese caído en algún extraño estado de shock, chasqueaban sus dedos ante mis ojos para llamar mi atención. Pero nada, durante los veinticinco minutos que duraba un capítulo, no pestañeaba. Así que me llevaron a la consulta de un oculista amigo de mi padre. Recuerdo que el Doctor Farfásolo era un tipo amable que siempre sonreía. Me hizo diferentes pruebas ópticas y terminó sentenciando Este muchacho está como un roble. Entonces mis padres se quedaron más tranquilos y dejaron de preocuparse cuando veían que, sentado ante el televisor, sin quitar ojo a Los Picapiedra durante los veinticinco minutos que duraba un capítulo, no pestañeaba. A menudo, de esos veinticinco minutos, me sobraban quince. Llegue a estar tan enamorado de Betty, que si ella no aparecía en la pantalla para mí las escenas carecían de todo interés. Entre aparición y aparición de Betty, en ese intervalo de tiempo que se me hacía eterno, recordaba sus últimas intervenciones. Lo bien que hablaba, lo guapa que estaba, lo sensuales que me parecían sus andares, lo bien que sonaba, saliendo de su boca, cuchi cuchi, que era el apodo cariñoso con el que llamaba a su marido. Llegue a tener un poster de Betty en mi habitación. Un poster de Betty junto a uno de Marilyn Monroe. Pero yo, por extraño que parezca, hasta que fui a parar a un colegio mixto después de años de estudiar en uno de curas, preferí, durante mucho tiempo, observar a Betty sin pestañear.


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Los Picapiedra (The Flinstones), de la productora Hanna Barbera.
Serie aparecida por primera vez en la cadena estadounidense ABC
el 30 de septiembra de 1960, con un total de 166 capítulos.

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Los Picapiedra en su troncomóvil.

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Imagen del poster de Betty que durante años miré sin pestañear.


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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por el honor de esta inmerecida dedicatoria.

ÁLEX NORTUB dijo...

Inmerecida o no la dedicatoria, lo cierto, e indiscutible, es que este texto existe gracias a tí. Y a Betty ya le dedique muchos años de mi vida.

Anónimo dijo...

Sí, eso sí, ves tú.

39escalones dijo...

Nada infantil ni inofensivo el último poster... Y Betty los tiene peores (o mejores).
Marchando unas brontohamburguesas...
Saludos.