jueves, 16 de octubre de 2008

Ciudad para turistas

(fotografía de Barcelona en otros tiempos)


No acostumbro a beber más de la cuenta. Si alguna vez, por lo que sea, (una boda, una reunión de amigos, una cena de empresa…) se me va la mano, al día siguiente lo paso francamente mal. Y ayer la mano se me fue bien lejos. Recibí una llamada de mi amigo Marc, recién llegado de París, ciudad en la que vive. Hacía unos cinco años que no veía a Marc. Yo estuve en Paris hace tres meses pero entonces él estaba en Tokio. Así que ayer por la mañana me llamó desde Barcelona y por la tarde me acerqué hasta allí. Quedamos a las siete en mitad de la Plaza Real. Siempre que nos hemos visto en Barcelona hemos quedado en mitad de la Plaza Real. Nada de quedar en un bar o restaurante, siempre en mitad de la Plaza Real. Cuando yo llegué a la Plaza Real, Marc ya estaba allí. No es difícil verle, es un tipo alto y atractivo, todo lo contrario que yo, bajito y del montón. Nos abrazamos con fuerza (yo de puntillas) y lo primero que me dijo fue: Pero dónde se ha escondido la gente de Barcelona, si aquí sólo hay turistas. Tiene razón mi amigo Marc, los turistas han ocupado la ciudad. Yo, que voy a Barcelona de pascuas en ramos, también noto una mayor acumulación de turistas cada vez que piso la ciudad. Están por todas partes. Se han convertido en una plaga de la que el Ayuntamiento debería empezar a preocuparse seriamente. No puede uno pasear tranquilo sin tropezarse con gente que continuamente se para en seco a fotografiar una farola, una tapa de alcantarilla, un adoquín, el escaparate de una charcutería. Mi amigo Marc tiene una pequeña pero exquisita galería de arte en Paris. Su galería está situada en Montmartre y algo sabe sobre turistas. Pero aún así le resulta descabellado el uso y abuso que los turistas hacen de Barcelona.

Abandonamos la Plaza Real y fuimos a tomar unos vinos. Mi amigo Marc tiene una extraña debilidad por los Ribera del Duero. Tras los vinos fuimos a cenar. Durante la cena también tomamos vino. Después de la cena fuimos a un local donde ponen los mejores mojitos de la ciudad. Tomamos unos cuantos. No acostumbro a beber más de la cuenta pero reconozco que ayer se me fue la mano. A las tres de la madrugada nos despedimos. Tal y como me encontraba no podía regresar a Mataró, así que hice lo que suelo hacer en estos casos. Llamé a un amigo pintor. Un amigo que es un noctámbulo empedernido y suele trabajar de noche. Se alegró de que estuviera en la ciudad y me dijo que, como otras muchas veces, podría dormir en su sofá-cama. Una vez allí, pude contemplar sus últimos cuadros (mi amigo trabaja en el piso en el que vive, es un duplex, arriba la vivienda y debajo el taller). Sus últimos cuadros son escenas de las Ramblas barcelonesas vacías de gente y coches. Nadie aparece en los cuadros. Sin llegar a contarle nada sobre la conversación que había tenido con mi amigo Marc, mi amigo el pintor me dijo que esta última serie de pinturas la estaba realizando como si fuese una terapia, para intentar así disminuir su fobia hacia los turistas. Según él, está muy bien que vengan extranjeros a trabajar, esta bien que vengan de juerga, no está mal que vengan a rascarse la barriga, pero que no vengan a hacer turismo, que alguien les confisque las cámaras de fotos, por Diós!




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Así que por fin el Ayuntamiento de Barcelona lo consiguió: LA CIUDAD ESCAPARATE. Y ¿qué ha sido de Gracia? Por cierto, ¿cuál es el bar de los mojitos? No sé si me reitero porque no sé si es obvio, en todo caso, un placer haberte encontrado.

ÁLEX NORTUB dijo...

Mala, me alegro de que me encontrases.
Pero me han prohibido (y mi vida depende de ello) mencionar el nombre del bar de los mojitos.
Lo siento.